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Amando de Miguel

Significados ocultos de las palabras

Según mi modesta capacidad adivinatoria, habrá elecciones anticipadas en otoño. De ese modo el infausto zapaterismo habrá concluido del todo. No me importa que le den el premio Nobel de cualquier cosa, de Economía, por ejemplo.

Pedro Lorenzo me recuerda la confusión que se da en la vida pública con el tan traído y llevado verbo "cesar". Ya lo hemos comentado aquí algunas veces. Remito a los libertarios a mi libro Memorias y desahogos, donde doy cumplida cuenta de mi polémica con Rodrigo Rato sobre la oculta polisemia de ese verbo. Para mí (y para la Academia), "cesar" es tanto como "dimitir". Pero para Rato y casi todos los demás hombres públicos, "cesar" equivale a "destituir". Es una confusión muy coherente con el tirón autoritario de nuestra vida pública.

Ahora se habla mucho de Zapatero como un "pato cojo". Creo que yo fui el primero en ponerle esa etiqueta el mismo día de su anuncio de que no se iba a presentar a las elecciones de 2012. En la jerga política norteamericana se llama "pato cojo" al político que ya no se va a presentar a la reelección porque no puede o no quiere. Es una situación peligrosa porque el "pato cojo" empieza a hacer muchas tonterías y arbitrariedades. La expresión procede de un dicho de los cazadores: "No emplees pólvora con un pato cojo" (o muerto). Lo que no entiendo es por qué se alegran muchas personas liberales de que ZP sea ahora un pato cojo. Dada su personalidad narcisista e infantiloide, van a ser antológicos los disparates que ahora pueda hacer. Menos mal que, según mi modesta capacidad adivinatoria, habrá elecciones anticipadas en otoño. De ese modo el infausto zapaterismo habrá concluido del todo. No me importa que le den el premio Nobel de cualquier cosa, de Economía, por ejemplo.

Félix Muradas me hace una crítica muy puesta en razón. Para él los presagios pueden ser buenos o malos, pero los vaticinios los hace alguien. Esa es la diferencia entre esas dos palabras que parecen sinónimas. A partir de ahora tendré en cuenta esa distinción, que me convence más que la que yo antes sostenía.

Pedro Manuel Araúz me dice que puede uno literalmente "respirar por la herida" cuando se produce una lesión grave en el pulmón. No obstante, esa magnífica expresión es una acertada metáfora para indicar que el sujeto se expresa con resentimiento por donde más le duele.

Respecto a la discutida expresión "sin solución de continuidad", Ismael Medina Rincón asegura que es una frase de la jerga matemática para indicar que algo es continuo, corrido, que no presenta interrupciones. Sigo creyendo que es una expresión confusa y que mejor será huir de ella. Los médicos y los matemáticos tienen ideas diferentes de lo que pueda significar.

Juan Ponce me hace otra crítica respecto al uso que doy a la expresión "no soy anti nada", quizá con la excepción de mis fobias antinacionalistas. Don Juan se aferra al principio de que dos negaciones seguidas dan una afirmación. Pero en el caso que nos ocupa no hay propiamente dos negaciones, puesto que el "nada" sirve para reforzar la negación. La cosa es de Gramática elemental. Cuando digo que "no quiero nada" es literalmente que no deseo lo que me ofrecen y de manera enfática. Sería tonto decir "quiero nada", como sugiere don Juan. Ya sé que en otros idiomas no se sigue esa lógica, pero el nuestro es así de raro.

Isidro Fuentes no está conforme con el uso que se hace de la voz "consenso". Para él todo es conflicto y no puede haber consenso posible. Cierto es que se abusa de la disposición al consenso, tanto que a veces se llega a la caricatura del "apaciguamiento" (aparente acuerdo para evitar males mayores), pero el consenso existe. No es más que considerar al enemigo como adversario. Dos que se oponen o incluso que se atacan pueden llegar a aceptar las mismas reglas del juego o del combate.

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