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Amando de Miguel

Sociología de andar por casa

Daniel Arrilucea (Bilbao) me comunica que en el programa de Gemma Nierga, de la SER, hay un sociólogo-antropólogo, Manuel Delgado, que manifiesta esta opinión: "La forma de hacer Sociología de Amando de Miguel me parece de lo peor de la profesión". No sé a qué forma se refiere. He escrito más de un centenar de libros, casi todos referidos a la sociedad española, pero de muy distinta factura, con métodos dispares. Citaré algunos ejemplos de libros recientes. ¿Se refiere quizá mi colega a El final del franquismo. Testimonio personal? Es una interpretación de los lustros finales del franquismo a través de mis experiencias. Puede que mi compañero se refiera a Cuando éramos niños, un estudio comparado de materiales biográficos sobre la niñez. Es posible que don Manuel se haya fijado en Las ideas económicas de los intelectuales españoles, un estudio crítico de las carencias económicas de muchos afamados escritores, vivos y difuntos. A lo mejor se ha detenido el colega en Sancho Panza lee el Quijote que es una mezcla de ensayo y ficción sobre la famosa historia de Cervantes. O también puede haber leído La gran transformación de la sociedad española contemporánea, un ensayo sobre algunos cambios sociales y culturales. Cabe la posibilidad de que haya trasegado Las mentalidades de los españoles a comienzos del siglo XXI. Es un análisis de encuesta (en colaboración con mi hijo Iñaki) sobre la reciente manifestación de la opinión pública española respecto a diversas opiniones. No sigo para no pasarme de pedante y aburrido. Pero me intriga saber cuál es mi forma de hacer Sociología. La hago asimismo en este corralillo de las palabras de LD, en las tertulias de la COPE o en los artículos de La Razón. ¿A qué forma se referirá don Manuel Delgado? ¿Habrá leído el hombre todo lo que he escrito? Amenazo al genial antropólogo con un nuevo libro que acaba de salir de la estampa: Sobre gustos y sabores. Relaciona el lenguaje con la alimentación. Por lo menos es clarito.
 
Beatriz Lucio López me pregunta por la aventura de las novelas que estoy escribiendo. Hay alguna sentimental, homenaje a Pepita Jiménez: una monjita se enamora de su primo. Es de llorar. Realmente yo lloré una y otra vez al escribir y corregir el último capítulo. Ha sido una sensación nueva a mis años. Luego están dos novelas policíacas en las que me invento el personaje de un detective humanísimo, lleno de sentido común, que no siempre acierta. Se introducen unas gotas de humor y elementos de ciencia ficción. Está también una novela de amores contrariados, de celos y resentimientos. Como verá, nada nuevo, pero yo me lo paso en grande con mis criaturas. La forma novelada me da pie a criticar muchas cosas.
 
Fernando Espineira (español que vive en Rumania) me felicita por las "reyertas lingüísticas" que entablamos en esta seccioncilla. Ve en ellas "trabajo y disfrute". Sí, señor, ha dado usted en el clavo. Suelo dedicar los sábados a componer estos, que podríamos llamar, artejos, que enlazan mis preocupaciones léxicas con las de mis corresponsales.
 
Antonio Luis Gómez (Tokio) me cuenta que está releyendo el Quijote y que disfruta una barbaridad. Ha oído no sé dónde que yo he escrito un ensayo sobre nuestra obra magna. Me pregunta por mi ensoñación de que la historia de don Quijote se la contara Sancho Panza a Cervantes. En efecto, ese es el punto de partida de mi ensayito: Sancho Panza lee el Quijote (Madrid: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2004). Si Cervantes partió de la figuración de Cide Hamete Benengeli, yo la completo con otra verdadera historia. La prueba es que el paisaje de la obra está muy mal tratado. ¿Dónde puede haber hayas en La Mancha? Luego alguien tuvo que dar cuenta del asunto a don Miguel. Los personajes están admirablemente retratados. Una averiguación de Sancho es que el falsario Avellaneda no es otro que el cura del "lugar", enemigo del caballero y el escudero, con gran cultura literaria. También me figuro que Shakespeare coincidió con Cervantes en Madrid a las pocas semanas de haber sido impreso el Quijote. Es todo muy verosímil. Pero, sobre todo, lo fundamental es que Avellaneda tuvo que conocer al singular escudero. Bueno, espero que don Antonio pueda leer mi libro para que le ayude a entender los misterios del Quijote. A veces el sociólogo se monta a lomos de Clavileño y emprende viajes a los meteoros. No todo van a ser encuestas, es decir, inquisiciones.

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