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Amando de Miguel

Topónimos y gentilicios disputados

En mi campo decimos tranquilamente Nicolás Maquiavelo, Renato Descartes, Jorge Simmel o Emilio Durkheim. Claro que quizá todos esos no llegan a la categoría de José Luis Carod Rovira. A saber cómo figura en su partida de bautismo.

Está bien lo de llamar a las cosas por su nombre, pero no siempre está claro el nombre de la cosa, sobre todo cuando se escribe con mayúscula.

Javier Vicuña Ruiz (San Sebastián), entre otros, precisa que lo de la "Estación del Norte" en Madrid (que estaba en el Oeste, ahora Príncipe Pío) era una apócope de la "Estación de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España". La de Atocha se llamaba MZA (Madrid, Zaragoza, Alicante). Añado que, en Madrid, "Atocha" es una especie de esparto.

José Mª Navia-Osorio comenta la incongruencia, señalada por Eduardo Fungairiño, de que la Avenida de Badajoz está en el Este de Madrid. Don José Mª certifica que, en un pueblo asturiano de montaña, hay una calle llamada "Carretera de la Costa". Simplemente es una calle principal por la que se va a la carretera que baja hacia la costa. Pero, "por la misma razón, podría ser llamada Carretera de París".

José Antonio Fernández Vicente (Murcia) me recuerda que muchos nombres de ciudades importantes de otros países los traducimos bonitamente al español. Así, "gato de Angora" (= Ankara), Maguncia (= Mainz) o Pekín (= Beijing). Añado que hay otros muchos ejemplos: Londres (= London), Colonia (= Köln), Florencia (= Firenze). Hace dos años di una conferencia en Ratisbona (= Regensburg), una ciudad muy linda a orillas del Danubio. Allí nació nuestro Juan de Austria. Lo malo de esa tolerancia para traducir algunos eminentes topónimos extranjeros es que, dentro de España, los españoles todos tengamos que decir Lleida (= Lérida). Hasta ese punto de ridículo llega el poder de los nacionalismos en España.

Alejandro Ruiz, a propósito de la sonoridad que yo atribuyo a un topónimo como Peñaranda de Duero, me sugiere que todavía es más rotundo Peñaranda de Bracamonte. Cierto es. Para mí el óptimo de sonoridad es Madrigal de las Altas Torres. También es bonito Jerez de los Caballeros. Bueno, hay cientos de topónimos que son verdaderos versos. El de mi pueblo de nación tampoco es manco: Pereruela de Sayago.

Artemio Rodríguez Méndez critica el abuso que hace el PSOE del gentilicio "teguestero" (natural de Tegueste, Tenerife) al llamar así a una revista. No creo que los gentilicios estén registrados. Yo podría fundar una revista que se llamara El parigüelano.

Hablando de gentilicios, Carlos Arbide recuerda que los españoles somos gachupines en México, gallegos en Argentina y cachilas (de Castilla) en Filipinas. En ese país a los musulmanes de Mindanao los llaman "moros" desde los tiempos de Magallanes. Así se llaman ellos a sí mismos y a mucha honra. Añado que esos apelativos populares deben usarse con naturalidad, sin el carácter infamante que pudieron tener en su origen. Yo he sido sucesivamente maqueto en San Sebastián, charnego en Barcelona, churro en Valencia y paleto en Madrid.

Antonio Olea (Bueu, Pontevedra) es un madrileño retirado en ese precioso pueblo y se pregunta cuál debe ser el gentilicio: ¿buevenses o bueuenses? Él se inclina por "buevenses", y así se lo ha confirmado la Real Academia, aunque la Academia de la Lengua Gallega no le ha contestado.

Pedro González arremete contra la tontería de Carod Rovira, irritado porque no le llaman Josep Lluis sino José Luis. Estoy de acuerdo con don Pedro. Precisamente las grandes luminarias de la humanidad admiten la traducción de sus nombres propios a otros idiomas. El mismo don Pedro se refiere a la Reina Isabel de Inglaterra, que no Elisabeth de England. En mi campo decimos tranquilamente Nicolás Maquiavelo, Renato Descartes, Jorge Simmel o Emilio Durkheim. Claro que quizá todos esos no llegan a la categoría de José Luis Carod Rovira. A saber cómo figura en su partida de bautismo.

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