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Amando de Miguel

Variaciones regionales del lenguaje

En castellano popular, e incluso en el culto, está bien visto recurrir al artículo delante del nombre propio o del apellido, sobre todo si es femenino y de alguna mujer ilustre. Por ejemplo, la Caballé, la Pardo Bazán, la Cibeles, la Pantoja.

Juan Manuel Escalante observa que en catalán es correcto anteponer el artículo determinado delante de un nombre propio, recurso que "en castellano resulta inadecuado y solo es utilizado por personas con poca formación cultural". Algo hay de eso, pero requiere matices. En castellano popular, e incluso en el culto, está bien visto recurrir al artículo delante del nombre propio o del apellido, sobre todo si es femenino y de alguna mujer ilustre. Por ejemplo, la Caballé, la Pardo Bazán, la Cibeles, la Pantoja. En esos casos el recurso es más bien un toque de simpatía, de reconocimiento. En otros contextos, y para ambos sexos, la forma que consiste en anteponer el artículo puede ser un tanto despreciativa. Es el caso de los apodos infamantes, pero también los hay enaltecedores; por ejemplo, el Greco, el Tostado. Cada vez se impone más la alusión de artículo + apellido para referirse a una pareja amiga. Por ejemplo, "tenemos que invitar a los Felicianos" o "a los Pérez". En ese caso no hay ningún menosprecio sino simpatía y familiaridad. Quizá la cosa venga del inglés, aunque en esa lengua el recurso exige el plural cuando se menciona el apellido: "keeping up with the Joneses" (= competir con los Jones, emularlos).

Eduardo Fungairiño se refiere al adjetivo guapo que se emplea en Asturias y en algunas zonas colindantes de León y Cantabria. Es un adjetivo que se aplica no solo a las personas sino a las cosas. Sugiere don Eduardo que el amigo José María Navia-Osorio quizá pueda aclararnos ese uso tan característico de "guapo". Añado que en castellano clásico guapo significaba algo así como "chulo, rufián". Quizá proceda del latín raptor (= violador) o también de vappa (= vago). Es un caso eminente de inversión del sentido de una palabra con el paso del tiempo. Mi ejemplo favorito es complicidad, primero participación en un delito, ahora amor profundo o algo parecido. La variación asturiana que señala don Eduardo se admite ya en toda España, por lo menos en el lenguaje coloquial.

Enrique Aguilar Sanjuán recuerda que su madre, de Jerez de la Frontera, decía mucho lo de egargaíto para referirse a alguien que venía hambriento. Ni don Enrique ni yo damos con el significado de tal palabra. Espero la ayuda de algún libertario andaluz para desentrañar el enigma.

Cándido Montero Gil recuerda que en su pueblo de origen, en Badajoz, las judías blancas se llamaban alfisanes. Bonito nombre. Está claro que las humildes judías reciben muchos nombres.

Gabriel Castañares Hernández (Madrid, natural de La Vera, Cáceres) dice que habitualmente utiliza el verbo quedar como equivalente de "dejar". A propósito de lo que yo decía sobre Viriato, me indica don Gabriel que un pueblo de La Vera, Guijo de Santa Bárbara, también reclama ser el lugar nacimiento de Viriato. Incluso se conserva la casa donde nació el caudillo lusitano. Eso último me parece francamente inverosímil. En una de mis novelas (Nuestro mundo no es de este reino) introduzco la significación erótica de la famosa estatua de Viriato, erigida en Zamora por el escultor modernista Eduardo Barrón. Hay una imaginativa biografía de Viriato escrita por mi paisano Ramón Carnero.

J. M. Acebes (leonés afincado en Italia) me envía un completísimo Vocabulario del Páramo Leonés. Es un lenguaje especializado que se refiere a las actividades cotidianas, los productos de la naturaleza, los artefactos tradicionales y los trabucamientos. Suelen ser palabras muy eufónicas, pegadas al latín y vigentes en el estrato rural. Anoto una pequeña muestra de esas voces, las que me resultan familiares porque así las oí cuando niño o se oyen por ahí como coloquialismos:

  • Achiperres (= trastos)
  • Albérchigo (= albaricoque)
  • Alcorque (= hoyo para contener el agua alrededor de un árbol)
  • Andurrial (= paraje extraviado)
  • Apoquinar (= pagar de mala gana)
  • Brigada (= zona protegida del viento)
  • Burra (= ampolla)
  • Cachava (= cayado)
  • Cachaza (= parsimonia)
  • Canto (= piedra erosionada)
  • Ceranda o zaranda (= criba)
  • Chichas (= carne de cerdo picada y adobada)
  • Chispear (= llover de forma fina)
  • Cinto (= cinturón)
  • Cocho o gocho (= cerdo)
  • Cundir (= dar mucho de sí)
  • Empuntiar (= lanzar a mucha altura una cosa, dar una patada)
  • Encalcar (= apretar)
  • Encetar (= comenzar algo, por ejemplo, un alimento)
  • Fardel (= saco o bolsa de tela)
  • Farfullar (= hablar atropelladamente)
  • Husmear (= cotillear)
  • Mancar (= lastimar, herir, hacer daño)
  • Mandil (= delantal)
  • Mielgo (= mellizo)
  • Vasal (= estantería de la despensa o cocina)

Reitero lo dicho tantas veces, que esos vocablos, tenidos por privativos de una comarca, lo son de otras y hasta los pueden comprender en muchos lugares de España. Pertenecen a una sociedad rural y quizá se pierdan en la sociedad urbana. Es una lástima esa erosión por las grandes posibilidades expresivas de ese vocabulario tradicional.

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