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Amando de Miguel

Y también para un Gobierno sietemesino

Los contribuyentes españoles llevamos siete meses con un Gobierno en funciones de gastar y no decidir, esto es, un Gobierno ineficiente.

El tiempo cronológico siempre ha sido un misterio para los científicos, y también para los contribuyentes todos, especialmente los españoles. Es de ver la unción con la que se admira entre nosotros el arte de "manejar los tiempos". Se aplica a los políticos, a los entrenadores de fútbol y al resto del común con alguna responsabilidad. Se podría equiparar al sentido de la oportunidad (kairós) de los clásicos. Viene a ser una especie de dominio mágico del azar, algo que normalmente resulta caótico. Se admira lo que no se tiene. Los españoles participamos de una idea difusa del tiempo cronológico. La exactitud horaria solo se mantiene en las corridas de toros. En todo lo demás, lo usual es la complacencia en el retraso, la impuntualidad. Aquí lo cortés es llegar tarde.

Se reconocerá que Mariano Rajoy (siempre en funciones) es un maestro en el arte de administrar los tiempos. Su táctica preferida para distintas ocasiones es la de "esperar y ver", que dicen los angloparlantes. Más bien sería "esperar y mirar". Francisco Franco fue un genio de esa táctica, acaso cultivada en las campañas de Marruecos. Rajoy la ha perfeccionado hasta el extremo de exasperar a sus contrincantes de la oposición. Se trata de vencer por agotamiento del rival.

Pero la goma elástica no puede estirarse indefinidamente. Los contribuyentes españoles llevamos siete meses con un Gobierno en funciones de gastar y no decidir, esto es, un Gobierno ineficiente. Se nos han pasado todos los plazos de la paciencia para conseguir un Gobierno estable. Mientras tanto, los diputados electos y sus respectivos partidos han seguido cobrando sueldos y bicocas. Se comprende que abunden tanto las vocaciones políticas. Nadie piensa que, cuando se retrasa una decisión política, el desfase cuesta dinero de los contribuyentes.

Aunque al final por agotamiento se forme un Gobierno, lo más probable es que sea perecedero, inestable, efímero. Vuelta la burra al trigo. Por fas o por nefas pronto tendremos la celebración de otras elecciones generales. Menos mal que a los españoles nos gusta votar. Es nuestra segunda fiesta nacional. Da prácticamente lo mismo que el próximo Gobierno sea de derechas o de izquierdas, de continuidad o de cambio, conservador o progresista. Simplemente, la gestación del nuevo Gobierno sietemesino nos ha costado la hijuela a los españoles. El resultado último es que el tiempo tan escaso y valioso de los políticos y los contribuyentes se ha administrado muy mal. Lo peor es que ese derroche no admite responsabilidades. Sea cual sea el Gobierno que se esté gestando, intuimos que van a gastar la intemerata. Cualquier reformilla que se intente va a significar más cargos a dedo, más presupuesto, más déficit público. Todos quieren ser socialdemócratas, que es como se viste ahora el despilfarro del erario.

Debería institucionalizarse algún mecanismo por el que los políticos se vieran obligados a desarrollar sus misiones con plazos determinados. De no conseguir esos objetivos en los tiempos previstos, a la calle sin contemplaciones. Habría que regular bien la salida de la política. No debe significar un aumento desproporcionado de los sueldos y otros emolumentos. El problema está en que los políticos se constituyen realmente en "clase" a la hora de acordar sus beneficios económicos. En ese particular no hay oposición ideológica. De ahí la ley de hierro de la política: es una actividad que cada vez cuesta más a los míseros contribuyentes, los que no pueden trasladar sus impuestos sobre otros.

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