Menú
Andrés Freire

Dilemas en Vigo

Hace un mes, Ventura Pérez Mariño, independiente en las filas del PSOE y alcalde de Vigo, expulsó por deslealtad al BNG de su gobierno municipal. A partir de esos momentos, estalló en la ciudad y por extensión en toda Galicia, una crisis política de difícil solución. Mientras los analistas observan sus funestas consecuencias para la credibilidad de las izquierdas en Galicia, los vigueses simplemente se echan las manos a la cabeza y se preguntan si hay acaso alguna solución para el gobierno de su ciudad. Hoy no lo parece.
 
A los dirigentes locales del PP y Bloque es claro que les gustaría pactar. Han trabajado juntos varios años y no encuentran problemas en un gobierno del PP, como lista más votada (10 concejales PP, 8 del PSOE, 7 del BNG), con apoyos puntuales del BNG. Ambos partidos se sienten, además, amenazados por la reacción de la opinión pública viguesa a la crisis. Pérez Mariño se ha convertido en un alcalde popular y creíble. Si no acaban con él ahora, puede quedarse con el cargo durante muchos años. De ahí que saboteen su gobierno con una pinza innoble.
 
El PP es quien más siente el peligro: su electorado empieza a apreciar a Mariño. A diferencia de los poco atractivos candidatos con los que el dedo insigne de don Manuel Fraga castiga a Vigo, Ventura es un profesional respetado, le ha hecho frente a los bloqueiros y no se avergüenza por hablar en castellano, dato esencial para entender el odio visceral que el nacionalismo gallego siente hacia él (por cierto, nadie del PP le ha defendido en esta postura). Pero ni militantes locales ni mandos nacionales comprenderían este acuerdo. Las elecciones generales están cerca, y la fiabilidad del PP en la cuestión nacional frente a los pactos ambiguos del PSOE va a ser una de las ideas fuerza de la campaña popular. Tengamos además en cuenta que el líder del partido en la provincia es el candidato Rajoy. Ya ha dado órdenes de que nadie se mueva.
 
El BNG, por su parte, se ha convertido en un partido profundamente impopular más allá del núcleo duro de sus fieles. El llano pueblo en cartas al periódico y llamadas a la radio les acusa de sectarios que van a lo suyo sin que la ciudad les importe y de profesionales de la política en defensa de sus privilegios. Pero tal es la inquina con la que miran al alcalde Mariño que esto no les preocupa. Quieren su cabeza. Para reforzar su postura, han condicionado todos los pactos gallegos a lo que ocurra en Vigo. El más jugoso de ellos es el de la Diputación de La Coruña.
 
El PSOE no puede ni quiere ceder. Mariño es una elección personal de Touriño, secretario gallego, y el propio Zapatero. Además, si aguantan la presión pueden asegurarse el control de Vigo, lo que les convertiría en el partido de las ciudades de Galicia. Ya dominan Coruña, Lugo y, en menor medida, Santiago. Su esperanza es sobrevivir hasta que entre en vigor la Ley de Grandes Ciudades, que da mayor poder a los alcaldes.
 
El caso es que, mientras las cúpulas políticas se apuñalan torvamente, la ciudad de Vigo está paralizada. El PP gallego se frota las manos, pues esta querella corrobora su doctrina de “o nosotros o el caos”. A mí, sin embargo, me parece que lo que ocurre en Vigo –como lo de Marbella y otros muchos concejos– demuestra la necesidad de cambiar el sistema de elección de los alcaldes. Es preciso avanzar en la elección directa, para evitar que las ciudades se conviertan en rehenes de las disputas partidarias de responsables políticos.

En España

    0
    comentarios