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Andrés Freire

Nacionalistas árabes en Europa

“En los barrios donde conviven belgas y árabes, la tensión crece y una tormenta acecha el horizonte. Cuando esta vez sople el viento, los disturbios de 1991 parecerán una brisa fresca de una mañana soleada”. No, no es la ultraderecha belga quien así habla, sino Dyab Abu Jahjah, el emergente líder de la Liga Árabe Europea (AEL), en undiscursopronunciado hace ya un año en El Cairo. El tiempo le va dando la razón, y los últimos meses la ciudad de Amberes ha sido sede de graves disturbios raciales, a cuya cabeza ha estado el propio Abu Jahjah.

Las excusas para estos disturbios han sido varias. Una manifestación propalestina terminó con ataques en el barrio judío de Amberes. El reciente asesinato de un joven marroquí a manos de un perturbado belga fue ocasión para dos días de destrozos. Lo que más escandalizó a los bienpensantes fue lo selectivo del vandalismo: Fueron atacados los pubs flamencos y los negocios propiedad de los negros, mientras aquellos que lucían una pegatina de la AEL quedaban intactos. A raíz de los incidentes, Jahjah fue detenido por incitar a la violencia, pero fue liberado a los pocos días.

Lo que distingue a la Liga Árabe Europea de otros movimientos árabes en Europa es que su discurso no se apoya en el islamismo, sino en el más tradicional de los nacionalismos. Según proclaman ensu página web, su razón de existir es la defensa de los intereses de la comunidad árabe en Europa, y la del mundo árabe en general (por ejemplo, allí aparece una nota en la que se solidarizan con Marruecos en su lucha por recuperar los “territorios ocupados” por España). De acuerdo con ese nacionalismo árabe, la AEL propugna el mantenimiento de su lengua, su cultura y su identidad. Es decir, rechazan rotundamente las políticas de integración y la lógica del mestizaje, que consideran una forma implícita de racismo. Ellos, jóvenes árabes nacidos en Europa, quieren seguir siendo árabes.

Los ingenieros sociales de la integración no aciertan a entender este fenómeno, y lo achacan a los viejos fantasmas del racismo y la discriminación. Los multiculturalistas no quieren reconocer que perseguían un imposible: Deseaban que millones de personas de distintos orígenes y culturas inmigraran en breve plazo a estados poblados desde hace siglos por una ciudadanía bastante homogénea y, al mismo tiempo, pretendían que el país de recepción siguiera siendo el mismo. A los disidentes políticos que se oponían a esta política, bastaba con motejarlos de racistas y/o fascistas. Pero hoy, en cambio, son los jóvenes inmigrantes los que se rebelan contra esa lógica de la asimilación y preguntan abiertamente por qué han de acomodarse a nuestras costumbres.

El experimento social del multiculturalismo está en bancarrota, y hoy habitan nuestro continente millones de jóvenes desafectos y hostiles. ¿Qué hacer con ellos? Nosotros no lo sabemos. Ellos, en cambio, tienen las ideas claras. Nada más salir Abu Jahjah de la cárcel, su partido emitió unanotaen que pedía a sus seguidores que permanecieran“atentos y preparados para movilizarse en cualquier momento. La lucha continua”.

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