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Antonio José Chinchetru

Amnistía Internacional contra los padres

La organización de "derechos humanos" busca recortar la libertad y la responsabilidad personal. Si se expresaran de similar manera a la hora de referirse a otras formas de entretenimiento, el escándalo sería mayúsculo

La obsesión de Amnistía Internacional (AI) con los videojuegos así como su descarado desprecio hacia la capacidad de los padres para educar a sus hijos termina resultando irritante. Por tercer año consecutivo la conocida organización arremete contra el software de entretenimiento, pretende que el Estado lo controle y olvida que los progenitores tienen un papel fundamental a la hora de controlar el ocio electrónico de sus hijos.
 
Ya el subtítulo del intervencionista informe es significativo: "La protección de los derechos de la infancia está en manos de la voluntariedad de las empresas que comercializan los videojuegos". No es cierto, dicha protección está en manos de los padres. Son estos los que tienen la responsabilidad última de decidir qué título compran a su hijo y cual no, así como de supervisar que los juegos con los que se entretienen los niños y adolescentes son los adecuados para su edad. AI les niega esa posibilidad y aboga por una mayor intervención estatal en esta materia. Llega a pedir cosas tan absurdas como que se prohíba que un juego y sus expansiones tengan diferente clasificaciones de edad, y pone como ejemplo de lo que según esta organización no tiene que ocurrir a "Los Sims".
 
La versión básica es muy inocente, y tiene una clasificación de edad inferior que las expansiones en las que los personajes, por ejemplo, mantienen relaciones sexuales. A los moralistas les molesta esta diferencia. Pretenden que todo esté clasificado según los contenidos de la versión sólo para adultos. Amnistía Internacional cree que los padres no son lo suficientemente inteligentes como para distinguir versión básica y expansiones. Cualquier padre responsable sí lo es.
 
La organización de "derechos humanos" busca recortar la libertad y la responsabilidad personal. Si se expresaran de similar manera a la hora de referirse a otras formas de entretenimiento, el escándalo sería mayúsculo. Imagínense por un momento que AI criticara en un informe que "la protección de los derechos de la infancia está en manos de la voluntariedad de las editoriales publican los libros", "la protección de los derechos de la infancia está en manos de la voluntariedad de las editoriales publican los comics", "la protección de los derechos de la infancia está en manos de la voluntariedad de las televisiones que emiten los programas" o "la protección de los derechos de la infancia está en manos de la voluntariedad de las distribuidoras de las películas", y que pidiera una regulación estatal mucho más fuerte en estas materias.
 
Sería un escándalo mayúsculo. Se les acusaría de tratan de imponer la censura y de negar la capacidad de los padres para elegir lo que es bueno o malo para sus hijos. Pues, aunque la gran difundida tecnofobia ciegue en este terreno a gran parte de la población, con los videojuegos e Internet (contra la cual también se arremete en el informe de Amnistía Internacional) ocurre lo mismo. Que el uso de ambos sea positivo para los menores es responsabilidad de los padres. Algo que parece no gustarle a AI, puesto que les niega este derecho y obligación para ponerlos en manos del Estado.

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