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Antonio José Chinchetru

Mucho más que la Blackberry

La conculcación de un derecho tan elemental como la libertad de expresión a través de internet y otras tecnologías en determinadas partes del mundo tan sólo parece preocupar cuando afecta a los intereses de grandes compañías.

Tras las restricciones impuestas al uso de las Blackberry primero en Emiratos Árabes Unidos (EAU) y después en Arabia Saudí, el mundo parece haber descubierto que en el territorio de estas pretromonarquías feudales no existe libertad en lo referido a las comunicaciones a través de las nuevas tecnologías. Es cierto, como señala Fernando Díaz Villanueva, que las autoridades de esos países parecen haber decidido que los dispositivos en cuestión son enemigos de Alá. Sin embargo, esto no es más que la punta del iceberg.

La restricción de la libertad en internet en Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí es tan sólo algo mejor que en China. En EAU se censura, con la excusa de la pornografía, miles de páginas web (muchas de ellas sin tan siquiera contenido sexual), al igual que sitios de internet que critican a la Familia Real o la situación social, hablan del estado de la economía o informan sobre la tortura y otras violaciones de los derechos humanos por parte de las autoridades. En este Estado se llega al extremo de bloquear todas las direcciones web con el dominio de un determinado país, Israel. Cabe preguntarse qué ocurriría si, por ejemplo, Estados Unidos tomara la misma medida con las URL finalizadas en .cu (Cuba). El escándalo sería, con razón, monumental y planetario.

Pero no acaba ahí la cosa. Desde 2006, cualquier persona puede dar con sus huesos en prisión por cosas tan sorprendentes como "oponerse al islam" o "violar los valores y principios familiares". Además, ya ha habido un periodista condenado a una fuerte multa por "difamación" tras denunciar en un medio electrónico la corrupción de una compañía estatal.

En Arabia Saudí la situación es incluso peor. Al menos dos personas han acabado en prisión por el contenido de sus bitácoras. En uno de los casos, el bloguero había publicado las "desventajas" de ser musulmán. En el otro, el detenido es un sirio que había criticado la situación política y social en su país de origen y en el reino en el que reside. La legislación vigente permite detener a los autores de sitios web con diferentes contenidos, desde el "apoyo al terrorismo" (categoría en la que, en un lugar como Arabia Saudí, puede entrar prácticamente cualquier cosa) a la violación de los "valores religiosos y morales" saudíes. La amenaza de cárcel se extiende incluso a los dueños de los cibercafés por el uso que de sus instalaciones hagan los clientes.

De hecho, los negocios de este tipo están obligados a instalar cámaras ocultas e informar a las autoridades de la identidad de sus clientes y las webs que han visitado, entre otras cosas. Por supuesto, el número de sitios de internet bloqueados para los internautas saudíes se eleva a miles y no para de crecer.

Del revuelo formado con las restricciones al uso de las Blackberry se desprende una triste conclusión. Demuestra que la conculcación de un derecho tan elemental como la libertad de expresión a través de internet y otras tecnologías en determinadas partes del mundo tan sólo parece preocupar cuando afecta a los intereses de grandes compañías. RIM (fabricante de los aparatos en cuestión), al igual que Yahoo o Google en China, son las víctimas colaterales de unas políticas dirigidas contra unos ciudadanos a los que no dejan ser libres. Es algo que no debería olvidarse jamás.

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