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Antonio López Campillo

A falta de otra cosa, la globalización

Seattle, Praga y ahora Quebec. Las movilizaciones contra la globalización son ya un asunto normal, son como fines de semana sociales. Se oponen a la globalización, ya que temen que a gente que aprecian les vaya mal con ese asunto. Llegan de todos los sitios, no les importa ni la distancia ni el precio del transporte. Están allí, donde sea, para luchar contra el mal que han inventado los malignos, los Estados Unidos y sus lacayos, los gobiernos del mundo occidental. Es la lucha, no final, más bien inicial, contra el liberalismo explotador. Y ahí están los idealistas del mundo occidental dando el callo, a favor de los oprimidos del tercer mundo.

Se comprende que algún campesino francés luche contra la globalización, dado que un libre mercado mundial podría conducir a una emergencia de la agricultura del tercer mundo, lo que acaso debilitaría, económicamente, a la agricultura gala, y puede ser que a la yanqui. Pero los efectos sobre los otros manifestantes que no son agricultores se entiende menos.

Paralelamente con el desarrollo científico y técnico (y económico) del mundo occidental, se ha producido un decaer vertiginoso de los movimientos políticos de izquierdas en el mundo capitalista avanzado. Por un lado el proletariado tiene conciencia de ser clase media baja. Los pobres generados por el desarrollo quedan marginados, ya que el desarrollo se ha producido, en muchos casos, por cambios tecnológicos que dejan fuera a los menos preparados, y esto de un modo irreversible. Los "neopobres" son de otra clase, tecnológicamente hablando, sus capacidades profesionales ya no sirven, y por eso ellos tampoco. En este caso no se han visto grandes manifestaciones pidiendo a voces créditos para una formación profesional que recicle a los "desclasados". Las razones de esta ausencia de protestas masivas, reside en parte en el hecho que los pobres de aquí están demasiado cerca, están tan próximos que casi no se les ve. Y huelen a miseria próxima.

En el caso de la globalización es fácil explicar que tal proceso arruinara aún más a los pobres lejanos. Y como para muchos idealistas de gran corazón, los pobres del tercer mundo han sustituido, en su universo mental, al antiguo proletariado de aquí, que ha abandonado su clase, van a luchar allí, por los pobres del tercer mundo, que como son pobres no pueden ir a Quebec, ellos los manifestantes son los vicarios de los pobres.

A esto hay que añadir que con la evolución de la economía los clásicos capitalistas con puro y chistera, los enemigos del proletariado de siempre, también han desertado. En su lugar están, según la visión de la izquierda de hoy y aquí, los grandes monopolios y las multinacionales, con sus consejos de administración y sus representantes, que forman un conjunto borroso, y por eso todo el mundo se pregunta ¿Quién es el patrón de esto? Hay como un proceso de abstracción, los patrones son un nebuloso y lejano consejo de dirección que manipulan la globalización, y los proletarios tampoco están aquí, ahora son los "pueblos" que es como llaman hoy a los pobres del tercer mundo. Y hay que defenderlos, asustando a los enemigos allí donde estén: Seattle, Praga o Quebec. En cierto modo es un turismo revolucionario. Los revolucionarios actuales no pueden hacer la revolución aquí y ahora, por eso viajan.

Curiosamente la globalización, sea buena o mala, es un fruto, necesario, de los avances científicos y técnicos. Las comunicaciones en todas sus formas, las nuevas maneras de producir, los nuevos productos, están matando los localismos. Por cierto, los nacionalismos extremos son otra forma de lucha contra la globalización, y posiblemente con los mismos resultados.

Luchar contra la globalización con palos y piedras, es como hacer manifestaciones contra una nueva cepa de gripe.

Acaso intentar saber lo que es eso…

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