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Antonio López Campillo

El doble cerco de Arafat

La prensa nos informa, con puntualidad, sobre el cerco que el ejercito de Israel mantiene en torno a Arafat. Pero no dice nada sobre el cerco que las fuerzas islamistas mantienen desde hace años sobre el jefe del ejecutivo palestino. Y es normal, pues los que nos informan sobre la situación en el Próximo Oriente suelen analizar los hechos a partir de los esquemas mentales del mundo occidental, traduciendo lo que allí sucede a los esquemas políticos de aquí. Seguramente lo hacen para que esos acontecimientos sean comprensibles para el hombre de la calle, pero dan, también, la impresión que desconocen los esquemas sociales y políticos que manejan de los musulmanes.

Cuando nos explican lo que sucede refiriéndose al patriotismo nacional de los palestinos, dicen media verdad. Hay algunos palestinos que, por estar más influidos por las ideas occidentales, piensan en clave de estado palestino, nación palestina. Hay otros palestinos, cuyo número crece constantemente, que piensan y reflexionan con el esquema musulmán de la Umma, la comunidad de todos los musulmanes, comunidad que está por encima y sustituye a la estructura tribu y así condena las formas políticas que pueden dividir a los musulmanes. La historia del Islam demuestra que las divisiones en "naciones" o reinos conducen a la Fitna, es decir a la sedición, y a la guerra civil que lleva en su seno el germen de algún cisma. Los reinos de Taifas son un buen ejemplo de esto.

La idea de un estado palestino, propuesta por la comunidad internacional, tardó mucho en ser aceptada, ya que predominaba la otra idea, la de echar al mar a todos los judíos. Es que de las dos ideas, una coincide con la Umma, la otra no. La resistencia de Israel a dejarse aniquilar condujo a los palestinos más moderados a aceptar la constitución de un estado palestino, aceptación apoyada por la comunidad internacional, y de este modo Arafat paso de ser un jefe terrorista a un dirigente político, y por ello recibió la bendición de las naciones occidentales. Pero un estado palestino implica la existencia de un estado judío, lo que era —y es— inaceptable para cualquier musulmán ortodoxo.

En el campo palestino, la resistencia a la idea de un estado palestino (y su contrapartida: un estado judío) crecía alimentada por el mundo musulmán a través de la organización islamista Hamas. Arafat tenía que enfrentarse, en realidad, con las exigencias del mundo occidental de reconocer los dos estados, y por otro lado con la presión de Hamas y sus seguidores. En esta situación, el numero de los palestinos que apoyaban a Arafat decrecía día a día, lo que hacia que perdiese prácticamente el control de la situación, pues buena parte de su propio partido se ha pasado al campo de Hamas. Hoy, Arafat es considerado como jefe de algo por una minoria de palestinos, que se encoge con el paso del tiempo; y por las Naciones Unidas, que ven en el un interlocutor "legitimo" ya que, en la situación internacional actual, no pueden reconocer a Hamas como un dialogador en el conflicto. Puesto que hoy es la organización que controla más campo palestino, Hamas aparece cada día más como la fuerza decisiva en el conflicto.

La fuerza de Arafat se reduce prácticamente al reconocimiento internacional; en el terreno, que es donde se demuestra su "materialidad" no tiene base. Da la impresión de que el ejercito israelí está cercando a un fantasma. Pero acaso el cerco ayude a mantener la función de posible interlocutor. Hamas no quiere ser el interlocutor, y no puede serlo por que su fuerza reside en su objetivo declarado: la exterminación del estado de Israel.
Por el momento el conflicto no parece tener una solución política.

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