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Antonio López Campillo

El escudo de Minerva (made in USA)

El Gran Escudo anunciado por Bush inquieta a más de uno. Para unos es un arma de guerra poderosa y una amenaza en cuanto se vuelve a la carrera armamentistica. Ese escudo, de realizarse, haría invulnerable a los Estados Unidos y, al no poder ser atacado, en represalia, podrían hacer lo que quisieran. Lo que traducido al razonar ordinario significa: La paz solo se logra mediante el equilibrio del terror. Pensamiento que subyace en las mentes de buena parte de los antiescudo, que son en su mayoría pacifistas (coherencia moral al uso).

Para otros es un arma económica muy poderosa; que en el pasado ayudó a hundir a la URSS. Su anuncio indica que, so pretexto de defensa nacional, se van a dedicar capitales enormes a la investigación científica y técnica. Es inquietante, ya que dará un avance suplementario a la superioridad tecnológica de los EEUU. Seguramente es más fácil sacar impuestos con el pretexto de la Defensa Nacional que para la conquista de Marte.

Dice Bush que quiere consultar lo del Escudo con los otros países capitalistas y con Rusia. Y este viaje que comienza por España, puede ser uno de los intentos para incitarles a la participación (parcial) en el desarrollo tecnológico del futuro próximo. El 16 de junio se entrevistará con Putin.

Rusia está más amenazada, social y militarmente, por los pequeños dragones nucleares, que por los Estados Unidos. Para Rusia una cooperación con los USA, podría, no sólo, aliviar su situación económica, también reforzar su defensa. Es que Rusia no es la URSS.

Las relaciones de fuerza han cambiado en el mundo mucho más deprisa que las visiones ideológicas del mundo. El comunismo no es un peligro, ni siquiera un "fantasma". Es que los sistemas políticos no tienen un "alma" que les sobreviva y venga a asustar. Un ejemplo de esta decadencia nos lo ofrecen los partidos comunistas, donde aún existen, que han tenido que convertirse, para no desaparecer, en una especie de asociaciones "infrasocialdemócratas" pintadas de verde, que pintan cada vez menos en sus países.

Tras la caída del comunismo, la división del mundo subsiste. Entonces se decía: enfrentamiento este-oeste, y a veces se añadía norte-sur. Hoy, la división toma otras formas que no se dejan calificar geográficamente, pero la división es probablemente más profunda. Es una división cultural. Esta fractura va más allá de ideologías, es el fruto, histórico, de dos visiones del mundo. Ya no se trata de dos interpretaciones divergentes del mundo, ahora son dos mundos distintos. Por un lado un ámbito donde los derechos humanos es una aspiración, cuando no una realidad; la tolerancia es una virtud, y el no creer en una fe o en una idea política no implica muerte, donde la igualdad entre la mujer y el hombre es una aspiración noble y esforzarse en conseguirla es aprobado por la mayoría, y hay libertad de pensar y decir lo que se piensa. En la otra cultura todo eso está excluido, pues es el mal.

Las potencias nucleares emergentes en su gran mayoría forman parte de ese otro mundo, de esa otra cultura. La división seria y profunda del mundo está servida, desde siglos; había estado enmascarada, últimamente, por la presencia del socialismo real, que se enfrentaba, aparentemente con las dos culturas; la muerte del comunismo real ha desvelado esa realidad secular.

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