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Antonio López Campillo

El lastre del sentido común

Hace un mes nos decían que Afganistán sería la tumba del ejército de los Estados Unidos, pues allí ya había caído el ejército soviético, uno de los más potentes del mundo. El ejercito yanqui, aunque iba a tardar un poco más, también caería inexorablemente. Nos contaron lo del general invierno, las abruptas montañas y el conocimiento que del terreno tenían los nativos; así como que los afganos eran expertos guerrilleros. En fin, un resumen de la historia de la estrategia y de la táctica de los últimos 150 años. Una lección de sentido común militar.

Decía Einstein que el sentido común era la capa de prejuicios depositados en la mente antes de los 18 años. En muchas gentes se siguen depositando a lo largo de la vida. En la Segunda Guerra Mundial, los generales franceses conocían la historia militar, y en particular la Primera Guerra Mundial. Se trataba de su experiencia, sólo unos pocos clamaban que las cosas estaban cambiando, pero ellos erre que erre, construyendo líneas Maginot. Y el cambio llegó de parte de los alemanes bajo la forma técnica de aviones en picado, los Stukas, en colaboración con unidades blindadas rápidas, las Panzer Divisionen, que convirtieron la línea Maginot en una antigualla. Los cambios del mundo real hacen inoperante el sentido común.

Los mismos comentaristas que hace cuarenta días vaticinaban el desastre, hoy nos dicen que se había magnificado el potencial militar de los talibanes, que eran mucho más débiles de lo que se decía y de ahí su escasa resistencia. Explicación que salva su sentido común. Lo que sí parece es que habían minusvalorado la capacidad militar de los Estados Unidos y los efectos de las innovaciones tecnológicas en el ámbito bélico. El Vietnam fue una lección de la que aprendieron mucho los militares yanquis, mientras que a los comentaristas les confirmó en sus ideas, fortaleciendo su sentido común.

En Afganistán, los norteamericanos no han “ocupado el terreno”, con lo que resulta que las guerrillas no tenían contra quién operar. No han tenido necesidad de hacerlo gracias a las nuevas técnicas ópticas: los magnificadores de imagen, los detectores ópticos ultrasensibles, los láseres, los nuevos receptores de la radiación térmica embarcados en los satélites, los aviones espías y sin piloto. A lo que hay que añadir unos ordenadores potentes y muy rápidos, que les permiten tener unas informaciones del terreno y de los movimientos de tropas casi instantáneas; informaciones muy superiores a las de los nativos, lo que les permite actuar puntualmente desde el aire.

El primer objetivo en una guerra es reducir al máximo la potencia del ejército enemigo. Esto se logró por vía aérea en cinco semanas. La potencia militar no se mide en megatones, sólo se puede evaluar por el numero de neuronas “entrenadas” de cada campo. Sigue siendo cierto que “saber es poder”; que no es un lugar común, es una constatación experimental.

Como existía una guerra civil en el país, la intervención de los USA favoreció con sus acciones al bando más débil, que jugó el papel de las fuerzas terrestres antitaliban. Otro hecho que no percibieron los comentaristas. El sentido común no suele cegar totalmente, pero actúa como las anteojeras.

Hay una resistencia al cambio. Las cosas “quieren” permanecer en su estado, es la inercia. Todo el mundo sabe que el sentido común es el más común de los sentidos, pero también es cierto que es de lo más barato en cuanto a consumo de energía intelectual. El cambiar algo requiere siempre un esfuerzo, y eso cansa.

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