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Antonio López Campillo

Ventajas y riesgos de los OGM

Los organismos genéticamente modificados, OGM para los amigos, son plantas a las que se les ha modificado su genotipo. Es uno de los frutos más espectaculares de la ingeniería genética. La modificación experimental del genotipo de las plantas tiene los mismos objetivos que la que se hace con los animales. En el caso de las plantas han aparecido rápidamente las aplicaciones industriales, plantas modificadas que se defienden muy bien de las plagas, o que resisten a cambios bruscos de temperatura o que tiene un rendimiento por hectárea mayor. La producción industrial de estos productos es un buen negocio, con efectos humanitarios, ya que al aumentar el rendimiento de los cereales, por ejemplo, se podía salvar del hambre a millones de seres humanos.

Todo eso está muy bien pero hay unos peros que hay que tener en cuenta. Los industriales y muchos genetistas no cree que los peros sean importantes. El problema es el espacio y el tiempo, como en la física.

Los científicos hacen las manipulaciones para descubrir los mecanismos que rigen el comportamiento biológico de los organismos que estudian, los industriales tratan de vender sus productos, los OGM. Las ayudas para proseguir esos estudios proceden, en su mayor parte, de los industriales. Si los OGM no se venden, no hay ayudas a la investigación. La realidad es que las manipulaciones logran su objetivo, las plantas han cambiado su funcionamiento. Pero hay más, las plantas en la naturaleza se cruzan, su polen puede recorrer kilómetros y en el caso de los OGM, su polen puede contaminar otros organismos no modificados y no se sabe cómo se comportaran. Y, a la inversa, el polen de las plantas no modificadas pueden infectar los OGM y dar algo nuevo, no se sabe si favorable o no. Este es un gran peligro.

Es posible que un OGM al cruzarse con otras plantas de un organismo que por cruces sucesivos acabe siendo estéril, puede ser, no se sabe y no se sabe por no conocerse, aún, los mecanismos del funcionamiento de las plantas en general. Es esa ignorancia, añadida a la falta de conocimientos sobre las consecuencias de las posibles híbridaciones futuras de los OGM. Doble ignorancia que debería incitar a la prudencia, por lo menos.

La mitad del problema es el tiempo, hace falta tiempo para conocer los efectos de la modificación de los genotipos de esas plantas, no bastan una docena de años, la naturaleza es, en estos casos más bien lenta, quien va despacio, va seguro. Para una misma planta hay una diversidad genética, en la composición del genotipo y que se altera localmente, y esto no parecen haberlo previsto los que trabajan en estas cosas.

La otra mitad del problema es el espacio. Plantar ahora en medio de otros cultivos, OGM es condenarse a obtener híbridos no deseados y no estudiados. Un riesgo que corren alegremente los que hoy siembran esas plantas. Hibridaciones que pueden, o no, no se sabe, conducir a plantas con bajo rendimiento o peligrosas para la salud de los que las ingurgiten.

Hay que hacer investigaciones serias, en espacios que no puedan contagiar, hacer seguimientos en esas plantaciones durante años. Al mismo y en paralelo, tiempo han de seguir los estudios sobre el funcionamiento de los organismos vegetales y de las consecuencias de las múltiples hibridaciones posibles. Hay tarea para años. Pero es nuestra seguridad, la de los humanos. Recuérdese lo que sucedió con Lyssenko en la URSS. Pero esto se lo contaremos otro día.

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