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Antonio Robles

A buenas horas mangas verdes

Francisco Camps no se va porque fuera su deber hacerlo, sino porque no le quedaba rincón alguno dónde esconder sus vergüenzas.

La política está acabando con cualquier forma de vida basada en principios. Importa sólo la circunstancia y se desatiende la universalidad de la acción. El fin no se quiere por ser bueno, sino por servir a la circunstancia; el medio no se juzga por su adecuación a la norma, sino al fin que se ha considerado previamente, atendiendo a la circunstancia. En una palabra, todo es relativo al interés de cada cual; nada parece interesar al interés general. Se han evaporado los valores del compromiso, ni un guiño a la vergüenza torera, porque a nadie parece interesarle la dignidad. Y cuando le interesa es para sacarle dividendos electorales.

El hedor a falsedad, el sentimiento de desconfianza hacia nuestros políticos es tan generalizado que cuando uno de ellos deja la poltrona y se va, nadie percibe grandeza, sino la prueba de la degradación. Francisco Camps no se va porque fuera su deber hacerlo, sino porque no le quedaba rincón alguno dónde esconder sus vergüenzas. Lo ha dejado porque el arsenal de engaños ya no le resultaba rentable electoralmente, ni tenía salida alguna que le asegurase continuidad en el puesto.

Inútil relatar en estas breves líneas de opinión los hechos conocidos por todos, donde el presunto cohecho y la mentira no son la prueba, sino posiblemente los indicios de imputaciones mayores. "Nadie se complica la vida por tres trajes", palabras de Mariano Rajoy en 2009. Posiblemente la mayor prueba de culpabilidad que se ha cursado contra el ex presidente de la Generalitat sin proponérselo. Tenía razón Rajoy, como tenía razón mi abuela: "Se empieza por un alfiler, y se acaba robando la campana de la Iglesia". Juicio de intenciones, sí, pero en estos tiempos que corren, ¿quién se puede creer que alguien tan poderoso como tramposo con sus propios mentores, se haya conformado con un alfiler? ¿Quién se puede creer que con la soga al cuello, derrame "retórica de sacrificio" con la generosidad de un Cristo yacente? Los ciudadanos ya sólo nos fiamos de los hechos, y los hechos demuestran que Camps dimitiendo a destiempo y adornado el gesto con palabras melodramáticas subraya su falta de grandeza. El lenguaje por sí sólo es tan poco fiable, que "todo junto" se escribe separado y "separado" se escribe todo junto.

Ni asomo de honestidad a la vista. Una crisis de falta de confianza asola nuestra economía. Pero nuestro Presidente prefiere sus cuitas personales que adelantar las elecciones por interés general. La única esperanza de que retorne la confianza.

Ni un ápice de grandeza para atreverse con una reforma electoral. Rubalcaba coge el guante evanescente del 15-M cuando lo ha despreciado bien cuajado en la propuesta primera de UPyD. ¿Habrá políticos con la suficiente grandeza para reformar la ley electoral primero y basarla en el velo de la ignorancia de John Rawls después?

Entre el principio categórico kantiano de obrar de tal modo que la máxima de nuestra conducta pueda servir de principio universal, y la política de alcantarilla y "tú más" a que nos tienen acostumbrados nuestros políticos, debe haber un espacio para tomarse unos vinos sin estar palpándose continuamente la cartera. Y el falso Cristo crucificado sigue de Diputado. ¡Amos anda!

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