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Antonio Robles

Comienza la transición de Cataluña a la democracia

El partido más pequeño (C's) ha sido el más grande. Alicia ha estado a la altura y el PSC sigue pidiendo perdón por ser español.

El partido más pequeño (C's) ha sido el más grande. Alicia ha estado a la altura y el PSC sigue pidiendo perdón por ser español.

Muerto el franquismo en 1975, comenzó una etapa apasionante en España. Se le conoció como la Transición. El Régimen se había caracterizado en el campo de la libertad por el control de la información, la demonización de la pluralidad política, la persecución de los disidentes y la reducción de la pluralidad cultural y lingüística a una idea identitaria de España.

Desde aquella transición a la democracia, el catalanismo mimetizó aquellas formas franquistas: control de la información, satanización del disidente, construcción de una identidad virtual catalana y reducción de la pluralidad lingüística y cultural a la identidad nacionalista.

Con la Diada de la Independencia del último 11 de septiembre, el secesionismo creyó que Cataluña comenzaba la transición a la independencia, pero en realidad ha resultado ser el comienzo a la transición democrática. El fantasma de los demonios familiares que ha desenterrado la amenaza independentista ha acabado con la falsa unanimidad virtual contra España. En la Dictadura todos éramos antifranquistas; con la Transición, las diferentes ideologías e intereses afloraron y rompieron aquella falsa unanimidad. Con el vértigo independentista, los diferentes intereses económicos, culturales, lingüísticos y nacionales han aflorado con fuerza. Se han dejado sentir en aquellos partidos que vivían de la indefinición y jugaban a la puta y a la Ramoneta: CiU y PSC. La amenaza de ruptura ha polarizado el voto. CiU ya perdió 12 diputados en las últimas elecciones, pero la última encuesta de El Periódico le lleva a perder de 8 a 10 diputados más; y el PSC, de 1 a 2; incluso el PPC podría bajar 1 o 2 diputados por sus devaneos con el partido de Durán i Lleida; mientras que partidos definidos en sus posiciones suben: ERC, de 6 a 7; C's, que seguiría su ascensión imparable, hasta los 12 o 13 diputados (3 o 4 más), y la CUP, otros tantos.

Las discrepancias en la propuesta del Gobierno de Artur Mas y ERC sobre el derecho a decidir han desatado esa contradicción con una virulencia inimaginable sin el teatro de operaciones que desató la manifestación por la independencia del 11 de septiembre. La UDC de Duran y Lleida y la CDC del secesionista Artur Mas han vomitado públicamente sus diferencias, incluso sus rencores; y en el PSC los soberanistas que aún siguen en el partido, después de la espantá de Ernest Maragall hacia una nueva formación independentista, amenazan con la ruptura. De tanto jugar su sector más catalanista al derecho a decidir, y el resto a pasar inadvertido en el paisaje aceptando Cataluña como sujeto político, han logrado perder sus señas de identidad como partido. La abstención hubiera sido letal para ellos, y el no a regañadientes tendrá consecuencias (5 diputados han escenificado su rebeldía no votando). Puede que el partido no se rompa, pero su electorado ya ha comenzado el éxodo hacia C's.

Obligados todos a definirse por culpa de la amenaza rupturista, la hegemonía social del catalanismo se ha resquebrajado. Y las posiciones y opiniones, atomizado. Como en la transición española la unanimidad antifranquista.

La omertá mediática, prietas las filas y español el último, empieza a hacer aguas.

Nada será fácil para los ciudadanos catalanes que aman a España, pero ahora será infinitamente más difícil para los secesionistas. Hasta ayer se lo decían todo entre ellos, y ese todo era toda la realidad catalana, aunque no fuera así. A partir de ahora han de confrontar sus delirios con la razón y los intereses de quienes creemos que la soberanía reside en todo el pueblo español y no en la fuerza de un grupo nacionalista que nos ha robado la pluralidad política en Cataluña.

La declaración de soberanía del pleno del Parlamento autonómico ha iniciado esa transición política de Cataluña a la democracia. Las adhesiones inquebrantables han muerto. Cataluña se ha partido en dos: los unionistas, 41 (PPC, PSC y C's) y los secesionistas 85 (CiU, ERC y CUP). No sé si Artur Mas logrará romper España, pero ya ha logrado dividir Cataluña. Y despertarnos a todos.

El partido más pequeño (C's) ha sido el más grande. Alicia ha estado a la altura y el PSC sigue pidiendo perdón por ser español. Y algunos avergonzándose. 

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