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Antonio Robles

El Big Bang y la corrupción política

¿Cómo es posible que la misma inteligencia que nos lleva a la búsqueda de la verdad, arrastra a tantos humanos a liquidarla en cuanto huelen poder o dinero?

Perdónenme la grosería de mezclar la más hermosa actividad humana, como es la búsqueda de la verdad a través del conocimiento, y la corrupción política. Todo sea en aras de resaltar por contraste la belleza de la inteligencia humana en su búsqueda del origen del universo, frente a la bajeza de su lado obscuro.

Hoy es Jaume Matas, del PP, ayer Lluís Millet de la cultura nacionalista, antes de ayer, Luis Roldán del PSOE y cada vez con más insistencia, el desmoronamiento de la confianza del ciudadano frente a la actividad política. No es una broma, está en juego la actividad humana menos prescindible para organizar la convivencia social, o sea, la política.

Los periódicos chorrean un mangoneo vergonzoso de corruptelas económicas de este señor de Mallorca. Y alguno de ellos destaca la cercanía de un pacto entre PP y PSOE para evitar la corrupción. Bienvenidas sean todas las medidas capaces de dificultar la corrupción económica, pero me temo que no serán suficientes. Se les escapa la condición humana, esa que se domestica en las familias de pequeños, en los colegios de niños, en las universidades de jóvenes, en una palabra, en la tribu. Es un lento aprendizaje de valores individuales, intransferibles, que en su conjunto crean una masa crítica social capaz de provocar un Big Bang de decencia personal y vergüenza social. Y eso hoy ha sido arrasado por una estructura familiar desorientada, por un sistema escolar de espaldas al esfuerzo y la responsabilidad individuales, y unos medios de comunicación rendidos a los principios de la publicidad donde el fin último es el engaño y el éxito. Todos queremos serlo todo, tenerlo todo, ya, ahora, sin esfuerzo alguno. Y los atajos de la política parecen ser uno de los mejores sistemas para alcanzarlos. Es la tribu la que está enferma, no sólo la política. Esto no es una disculpa, sólo la certificación del nihilismo de nuestro tiempo.

Miren, en último instancia, la corrupción depende de uno mismo. Si buscas, encuentras; si tragas y consientes, cooperas; si planificas e implicas a otros, robas. Y eso siempre es una decisión personal. Y las decisiones personales son intransferibles e indisculpables, no entienden de chantajes, ni de ventajas regaladas, ni de contextos, sólo de estructura moral, de educación familiar, escolar, de vergüenza social.

Soy de la opinión que ser decente es lo más fácil del mundo, no tienes que ser el mejor deportista, ni tener un expediente académico competitivo, sólo has de comportarte con normalidad, como el resto de los mortales esperan de cualquier cargo público.

Por eso, la corrupción no es sólo económica, ni siquiera es la más detestable. Sin lugar a dudas, lo es mucho más aquella que obvia las leyes, retuerce las normas y las adapta a sus intereses. No hay político más corrupto que quien hace de las normas que organizan la convivencia de un grupo social, un partido político o un Estado, un instrumento amoldable a sus intereses particulares. El velo de la ignorancia de John Rawls ilustra el concepto de justicia como imparcialidad que todo sistema de normas ha de prever para evitar el mangoneo de las normas en beneficio propio. Quien se salta este principio de imparcialidad en las normas, se las saltará todas. También las económicas, sólo es cuestión de tiempo.

Un ejemplo, el Gobierno de Montilla acaba de dictar un decreto que elimina la mayoría de dos tercios para elegir a Enric Marín como presidente de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, en lugar de Albert Sáez. Las elecciones están a un paso, llevar la sustitución al Parlamento y negociarla como la ley prescribe con el resto de grupos no le garantiza a un presidente dócil. Y tiran por el camino del medio para hacer de su capa un sayo. Enric Marín es el mismo que redactó, siendo secretario de Comunicación del Gobierno de Maragall, un protocolo para impedir a la prensa acercarse a la zona cero cuando en 2005 se hundió el túnel del metro en el Carmelo (Barcelona). ¡Viva la imparcialidad del órgano de comunicación (CCMA) que está para garantizarla!

Es paradójico que el mismo día que el juez José Castro destapa en un auto de 147 páginas las miserias de la corrupción política, 10.000 científicos de 80 nacionalidades distintas hayan logrado dar el primer paso para desvelar las indescifrables incógnitas sobre la formación del Universo y la estructura de la materia. Se ha conseguido en el acelerador de partículas (CERN) más grande del mundo, ubicado a 100 metros de profundidad en el corazón de los Alpes europeos. Una muestra diminuta de aquel primigenio Big Bang que hace 13.700 millones de años luz dio origen a este universo en expansión. No estoy seguro de que sea una más de las numerosas cosmogonías que la humanidad se ha ido dando a lo largo de la historia de la conciencia, pero el vértigo que nos ofrece ante el misterio del universo es suficiente para preguntarnos con incredulidad: ¿Cómo es posible que la misma inteligencia que nos lleva a la búsqueda de la verdad, arrastra a tantos humanos a liquidarla en cuanto huelen poder o dinero?

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