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Antonio Robles

El charnego imaginario de Pérez-Reverte

El separatismo tiene la imperiosa necesidad de lograr el apoyo mayoritario de la población catalana.

"En el apellido lleva la penitencia", consideré redundante desmenuzar el contenido de la intervención de Rufián en el Congreso por su obviedad. Pero al leer "El caso Rufián", de Arturo Pérez-Reverte, lo considero necesario.

Cualquiera que escuchara su intervención se preguntará extrañado qué hace un personaje como éste en el Congreso. El separatismo tiene la imperiosa necesidad de lograr el apoyo mayoritario de la población catalana. Y para ello necesita la llegada del resto de España y a sus hijos. Crear referentes entre ellos para arrastrar al resto al procés es la apuesta que ERC ha hecho con gente como Rufián desde la asociación Súmate. No es nuevo, el pujolismo, los catalanistas del PSC y ERC lo han venido haciendo desde los años 50-60 a través de las subvenciones a sus casas regionales y sus actividades folklóricas. Ahora también a la población inmigrante extranjera. Ha sido y es la manera de neutralizar el nacimiento de fuerzas sociales y políticas contrarias al catalanismo. Ahora se trata de crear clones del relato secesionista entre la población castellanohablante para servir de modelo al resto.

De ahí la elección de un personaje como Rufián, sin oficio ni beneficio, sugestionado por la épica nacional desde la escuela y fácilmente manipulable a través de la vanidad. Nada más salir soltó: "Tengo solo cinco minutos para decir un montón de cosas, pero sobre todo tengo detrás un montón de gente esperando que las diga". Tomó al Congreso por desafío, creyendo que los leones del Congreso eran gigantes, y España el imperio del mal que le han enseñado a odiar. Imaginaba a la seva gent rendida ante el caballero de la triste figura. Ni siquiera intuía que no había nada tan español.

Enseguida siguió con el guión escrito por otros: "Soy lo que ustedes llaman charnego, y soy independentista. He aquí su derrota, y he aquí nuestra victoria". No podía haber sido más obvio. Se trataba de que los diputados lo dedujeran, no que se lo explicaran. Se trataba de que concluyeran que en Cataluña hasta "los charnegos" eran "independentistas”, no que dejara en evidencia la propaganda de ERC. Vamos, que los españoles no tenían nada que hacer. Pero logró confundir hasta a Pérez Reverte. Supuso éste que el rapaz sufría mucho por la descalificación, cuando en realidad se servía de ella para acentuar su reconversión a la “verdad”:

A usted no le llaman charnego en España, sino en Cataluña, Y ése es el problema, creo. Su necesidad de que no se lo llamen.

No, Arturo. En Cataluña no se usa más allá de la anécdota. Hasta el converso interesado de Tele-Taxi, Justo Molinero, le ha calificado de "gilipollas" por atribuirse un calificativo que nadie le ha dicho. Explota el martirio.

Todo el discurso es una impostura parecida, desde su indignación social de manual del buen progre independentista hasta las coces contra la coherencia. Como la que sigue: "Nos niega a ser lo que hemos votado ser en base a un mundo sin fronteras, cuando ustedes las levantan muy altas y con cuchillas en lo alto de Ceuta y Melilla". ¡Redíez!, pretende crear fronteras en una Europa que trata de disolverlas, y tiene el cuajo de hacerlo en nombre de un mundo sin fronteras. Después las cuchillas y esa maldad intrínseca de España. Como la retahíla de Bárcenas, donde se cuidó mucho de no nombrar a un solo Millet o Pujol.

Enseguida desgranó su ignorancia sobre lo que es un Estado de Derecho y mostró en ella las viles que le han vertido en sus años de escuela contra la Constitución, esa Constitución que amordaza a Cataluña, y se cambia con nocturnidad y alevosía para pagar la deuda extrayendo el dinero de los gastos sociales: "Aquella noche no votó ningún pueblo sino que les llamó según quién desde según qué despacho (…), y la cambiaron". ¡Rayos y truenos!, los diputados democráticamente elegidos que cambiaron el artículo 135 de la Constitución, según él, no son representantes del pueblo, pero sí los que lo hicieron en urnas ilegales de cartón el 9-N. Reparen en la precisión: "Les llamó según quién desde según qué despacho…". Y terminó con un redoble de tambores: “Tengo una primicia para ustedes: les ganamos el 27 de Diciembre (…) frente a una urna”. Ni las matemáticas le sacan de su amputación: 47,8% no es mayoría cualificada, ni simple. Ni siquiera era un plebiscito legal.

Y así el resto. En otra entrega.

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