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Antonio Robles

El día en que Podemos nos dio miedo

¡No les tengo miedo!, repetía. Nosotros a ti sí, Pablo. Tú y los tuyos nos empezáis a dar mucho miedo.

Un simple chulo de barra de discoteca. Brazos en jarra recreándose satisfecho de la fechoría: "Hay más delincuentes potenciales en esta cámara que allí fuera". Contempla la trastada con una sonrisa satisfecha y alarga en silencio el momento desde la atalaya del hemiciclo. Se le ve pletórico. El Congreso era un inmenso espejo donde el narciso se miraba y se escuchaba satisfecho.

El momento retrata por sí solo la irresponsabilidad de este adolescente presuntuoso, amamantado en una época democrática pacífica y abundante que supo superar las secuelas cainitas de una guerra civil, y sin embargo ha sido incapaz de transmitir a sus hijos las dificultades que apuntalaron el bienestar generado por ella.

El diagnóstico que nos dio en su primera intervención no iba desencaminado. Efectivamente, PP y PSOE han perdido apoyos en Cataluña y País Vasco. Según él, por no entender ni facilitar el derecho de las "naciones sin Estado" a emanciparse de "este país". Ahí está él, para darnos la bronca e iluminarnos con un Estado plurinacional. Confundió la infección con el remedio. Y lo alentó. Cualquier medio para provocar el caos en el orden democrático lo da por bueno. Cree que del caos saldrá el hombre nuevo. Y mientras tanto saca tajada electoral yendo a favor del derecho a la secesión.

No contento con incendiar la nación, desprecia los logros de la Transición y la culpa de todos los males de España. No deja títere con cabeza. En especial contra las vacas sagradas del PSOE, Felipe González y Josep Borrell.

Según esta generación de niños malcriados de la democracia que disfrutan sus frutos sin haber sufrido un segundo por su logro, las nuevas generaciones han perdido el miedo a todos los fantasmas franquistas. Por obra y gracia de este aprendiz de brujo, esos fantasmas siguen encarnados en los padres y herederos de la Transición. O sea, en todos sus adversarios políticos actuales.

¡No les tenemos miedo!, gritaba a sus fantasmas como si estuviera a punto de tomar el Palacio de Invierno bayoneta en mano. ¡Cuánto mal pueden hacer las ficciones en algunos adolescentes! De tanto pegarse a la pantalla de Juego de Tronos, ha perdido la perspectiva de las cosas. ¡Y qué ufano se ha mostrado este revolucionario de celuloide en un Congreso a sabiendas de que nada hará contra él! Me gustaría verle hacer las mismas soflamas contra la homofobia o la sumisión de la mujer en una mezquita iraní.

El eterno adolescente ignora lo que ha costado superar la guerra civil, los odios infinitos heredados de padres a hijos. El bien que pretende reparar es muy inferior al daño que está causando. Ni siquiera repara en el veneno que está generando en los suyos y provocando en los adversarios.

¡No les tengo miedo!, repetía. Nosotros a ti sí, Pablo. Tú y los tuyos nos empezáis a dar mucho miedo. Hoy has cometido el error de tu vida. Tu revolución de pacotilla ha logrado indignar a muchos. Te has enfrentado a los machos alfa de la manada. Felipe González y Josep Borrell no te perdonaran la chulería, ni te permitirán que destruyas su vida, que es la nuestra, la España de la Transición, la puerta de entrada a un oasis de paz y bienestar que nunca antes había disfrutado España.

Este discurso será tu Waterloo. Jueves, 27 de octubre de 2016. Fíjatelo en la memoria. No te quejes si detrás de cualquier esquina alguien te trata del mismo modo que tratas tú a los demás. Este país, como dices tú, está hasta el moño de caudillos, de caciques, de chulos salvapatrias. Y si son ladinos y manipuladores, aún más. Nos das miedo. A todos. Las urnas te pasarán cuentas.

PS. Ante tanta mugre ideológica, hay que dejar constancia de que nadie, ni siquiera C´s, denunció que en varias comunidades españolas se sigue imponiendo la inmersión lingüística y excluyendo la lengua común de todos los españoles. ¿Tan difícil te era, querido Albert, incluir en el pacto con Rajoy que se cumpla ese derecho y se acaten las sentencias judiciales?

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