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Antonio Robles

El Senado, ¿cámara territorial?

Cederles el Senado será el inicio legal para imponer un modelo confederal. Aunque inicialmente sólo sea simbólico.

C’s se equivoca si consolida la idea vertida por su presidente de convertir al Senado en cámara territorial. Como se equivocó el PSC a través de Pascual Maragall cuando pidió el traslado del Senado a Barcelona. En uno y otro caso, la idea intenta dar sentido a una cámara que no sirve para nada. Con una palpitación común: intentar encajar a los nacionalistas, en el primer caso; ceder a su presión, en el segundo.

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, lo había adelantado un año antes en la primera edición del Foro Fonseca de Salamanca al abogar por que el Senado se convirtiera en una "verdadera cámara territorial", o de lo contrario, cerrarlo. También aquí coincide con Rivera, "o lo arreglamos, o lo cerramos". Como vemos, lo único que parece claro es que no sirve para nada.

C’s no puede seguir al rebufo del PSOE en cuestiones territoriales. Consolidaría la posición de un partido desnortado y se desdibujaría a sí mismo.

No se puede cambiar la España de los ciudadanos por la España territorial. Es una cuestión de modelo, de arquitectura política. El sujeto político es el ciudadano, la soberanía reside individualmente en cada uno de los ciudadanos, no en los múltiples territorios que lo pueblan por separado. El sujeto de derechos y deberes es el individuo concreto, no el campanario de su pueblo. Y su conjunto, el que le garantiza sus derechos, es el Estado. Compartir el sujeto político de una España de ciudadanos con una España de territorios disuelve la máxima de ciudadanos libres e iguales para fundamentar un conflicto hoy latente entre el derecho de los ciudadanos y el de los territorios.

C's no puede caer en ese error, ni ir en contra de uno de los pilares que lo constituyó intelectualmente. Ciudadanos nació para hacer prevalecer los derechos individuales de los ciudadanos frente a los territoriales. Ese fue uno de sus axiomas fundadores. Abogar por un Senado como cámara territorial con uno o dos senadores por comunidad, tal como ha propuesto Albert Rivera, es compartir con los territorios la soberanía que hasta ahora detentaba el individuo en exclusiva. El federalismo asimétrico tendría así fundamento, una coartada legal para fundar diferencias entre territorios, que a la postre se convertirían en privilegios de unos individuos sobre otros por el mero hecho de vivir en un lugar u otro de España. El actual modelo de la España de las Autonomías no le otorga ese poder, aunque parezca lo contrario, pero cederles el Senado será el inicio legal para imponer un modelo confederal. Aunque inicialmente sólo sea simbólico.

El nombre de C’s lo dice todo. El modelo de ciudadanos es el individuo concreto, un igual entre iguales. Precisamente surgió para combatir el egoísmo de los territorios que suplantaban la igualdad de derechos y obligaciones de los ciudadanos, por la capacidad más o menos pudiente de tales territorios. Una forma sutil de sustituir el poder de clase individual por el poder de clase territorial. Así no se construye un Estado, así se ceba la desigualdad, se mantiene la injusticia por origen, y se hace de la mayor o menor renta territorial, el nivel de vida en sanidad, educación, etc. de los ciudadanos.

No nos olvidemos de que los territorios tradicionalmente han sido primados o ignorados en función de su capacidad para presionar al Estado. En el siglo XIX las clases pudientes de Cataluña tuvieron a su servicio a las élites gobernantes del Gobierno español para instalar aranceles propicios a sus intereses de clase. La industria textil catalana fue la gran beneficiada. De ahí su riqueza, de ahí su ventaja posterior, de ahí sus pretensiones actuales. Nada es por azar, todo tiene una causa. Precisamente, el régimen constitucional se basó en lograr que todos los españoles fueran iguales en derechos y obligaciones en cualquier lugar de España. Que partidos nacionalistas quieran una cámara territorial, es de cajón; la casta nacionalista quiere consolidar sus armas de presión. Que lo proponga C’s, es abandonar sus principios fundadores y olvidar por qué se fundó C’s.

Ante casos como éste, uno preferiría que no desaparezca UPyD. Albert Rivera no se puede permitir el lujo de avanzar hacia la Moncloa sin la tensión dialéctica de un partido casi idéntico que le recuerde en cada paso que es mortal.

Cerremos el Senado. Sólo se resentirán las rentas y la vanidad de políticos jubilados.

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