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Antonio Robles

La anomalía catalana

¿Dónde está esa izquierda hoy en Cataluña? ¿Quién nos puede garantizar una sociedad posnacionalista sin esa fuerza emancipadora?

Inés Arrimadas: "Cs es el único partido que puede derrotar al secesionismo el 21-D". Es posible, incluso probable. La cuestión no está en derrotar al secesionismo el 21-D, sino en derrotarlo a partir del 21-D. Y por las declaraciones que acaba de hacer Miquel Iceta pidiendo el indulto cautelar para los golpistas del 1-O, nada hace prever que tal empresa sea posible.

Si la declaración de principios que el PSC hizo al inicio de campaña prometiendo todas las reivindicaciones históricas del nacionalismo que nos han traído hasta aquí (modelo de escola catalana, relaciones bilaterales, condonación de la deuda, federalismo asimétrico, modelo de financiación similar al concierto y el cupo vascos, agencia tributaria propia, anulación de la sentencia constitucional sobre el actual estatuto para disponer de un TSJC como última instancia judicial… plurinacionalidad, monolingüismo institucional en Cataluña y multilingüismo para el resto de España), ¿qué acuerdo para formar Gobierno saldría del triunfo del bloque constitucionalista? Con estos mimbres, ¿qué derrota podría infligir Cs al secesionismo a partir del 21-D? ¿Cómo podría garantizar Cs los derechos civiles de todos los catalanes y restaurar la democracia en Cataluña?

Una vez más, la anomalía catalana nos recuerda el error o la renuncia de Cs a sus principios fundacionales al optar por suplantar al PP en lugar de acabar con la complicidad histórica de la izquierda con el nacionalismo, verdadera causa sociopolítica de la hegemonía moral de éste. Sin el concurso de la izquierda en general y del PSC en particular, nunca hubieran prosperado en política personajes esperpénticos como los que encabezan esta berrea flamenca.

En lugar de bailarles el agua, deberían haberlos combatido y desenmascarado. Porque lo que entonces vendieron por greuges hoy es supremacismo, desprecio, exclusión, clasismo, racismo cultural. Y con eso no se convive, se combate.

La anomalía catalana sigue ahí, más presente que nunca. Es la falta de una izquierda emancipadora, ilustrada, democrática, defensora del bien común, tan alejada del clasismo y de los derechos históricos como cercana a los derechos civiles y sociales, tan cercana a los derechos individuales y la libertad como alejada de los privilegios territoriales o las imposiciones identitarias. ¿Dónde está esa izquierda hoy en Cataluña? ¿Quién nos puede garantizar una sociedad posnacionalista sin esa fuerza emancipadora? Domènech no, Colau menos, el PSC nunca. Cs y el PPC, enredados mutuamente en aumentar su espacio electoral a consta del otro, no llegan.

¿Qué hace falta urgentemente en Cataluña para acabar con esa anomalía? Romper con la equidistancia interesada, acomplejada o instrumental del PSC ante el nacionalismo. Para eso nació Cs como tarea inicial. Ahora la han relegado en nombre de paraísos electorales donde nacieron y crecieron el 3% y la inmersión. Una apuesta de poder sin ningún poder para ejercerlo después, pues nada se puede construir sin antes neutralizar esa atmósfera social donde todo seguidor del lazo amarillo considera cualquier coz a la ley una oportunidad para la democràciay cualquier apuesta ilegal de sus políticos, el camino legítimo a la llibertat. Y con buena conciencia. Es el aliento del rebaño, la amenaza de la manada, la sinrazón de la razón y la muerte del Estado de Derecho, la grieta por donde se colaron todas las tragedias del siglo XX.

Una lástima, Centro Izquierda de España (dCIDE) convocó a los partidos constitucionales a un pacto para garantizar 7 puntos universales imprescindibles para empezar a acabar con esa anomalía catalana. El PPC acusó recibo a través de su presidente, Xavier G. Albiol, y Miquel Iceta agradeció el ofrecimiento, aunque declinó el pacto. Cs ni siquiera contestó. ¡Cómo cambia el mundo desde el cielo! Cuando Cs no era gran cosa, Albert Rivera se lamentaba de los desaires de Rosa Díez a Cs por no compartir lo que les unía en lugar de ignorarse. Ahora ni siquiera contesta al partido que trata de enmendar los errores que tanto criticó entonces y hoy ha olvidado. Estas pequeñas cosas delatan cómo pueden hacerse las grandes.

La anomalía catalana seguirá sin oponente.

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