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Antonio Robles

Más España

El país que nadie llama por su nombre, ni está dispuesto a defender, ¿ahora da votos? ¿No habíamos quedado que España estaba en las últimas?

El chaparrón que le ha caído a Pedro Sánchez a cuento de la bandera española es de época. El grueso de las críticas se ha centrado en remarcar sus contradicciones. Mientras se envolvía con la bandera en el acto de presentación de su candidatura, alcaldías importantes de toda España eran ocupadas gracias a sus votos por independentistas que la niegan.

Ninguna pareció reparar –o a ninguno le interesó remarcar– el detalle de haber volado en un instante la identificación de la bandera española con el franquismo. Que nadie busque grandeza de Estado o altruismo nacional en la pose. "Tú también te das dado cuenta, ¿nooo?". Tampoco es cuestión de pedir peras al olmo; romper con ese marco mental de la izquierda, algún rédito político tenía que tener, si no de qué. Pero esa es la cuestión, si da rédito…

Reparen en que lo significativo no está en la sinvergonzonería de envolverse en la bandera, eso está muy visto, sino en el detalle mercantilista. Pedro Sánchez, es decir, su equipo de marketing, ha apostado por envolverse en la bandera y abogar por "Mas España" como eslogan electoral del PSOE. Creen que la apuesta le puede dar ventaja frente al resto de partidos.

La pregunta cae por su peso: a estas alturas de la película, España, la nación discutida y discutible de su predecesor, el país que nadie llama por su nombre, ni está dispuesto a defender, ¿ahora da votos? ¿No habíamos quedado que España estaba en las últimas?

Es un indicio, una señal, la sospecha de que la nación de ciudadanos libres e iguales arrinconada por los nacionalistas aún palpita bajo tanta dejación. Importa poco el descaro de la propuesta, importa mucho la invitación mostrada a la militancia socialista para escapar de ese marco mental que ha negado durante los últimos 40 años su nación emocional (la patria) y su nación ideológica (el socialismo).

No menosprecien el gesto ni el momento elegido. Lo ha escenificado al mismo tiempo que Artur Mas rompía su partido para poder echarse al monte a romper España sin oposición interna. "Se equivoca el señor Mas", declaró el líder el PSOE, "si considera que con una votación va a romper siglos y siglos de historia compartida, de una memoria común, de una biografía mezclada y mestiza que tenemos no solamente las personas que viven en Cataluña, sino también el conjunto de los españoles".

Bien está el gesto simbólico, pero no se equivoque usted, Sr. Sánchez. "Romper siglos y siglos de historia compartida" no se evita únicamente envolviéndose en la bandera, se evita no colaborando con los nacionalistas en borrar su historia en la escuela, se evita impidiendo que los medios públicos de Cataluña la vacíen de la cultura y la lengua común de España; se evita denunciando en Cataluña, en el País Vasco, Valencia o Baleares la ruptura programada de los lazos emocionales de sus ciudadanos con España; se evita colaborando con partidos que se atreven a poner la bandera española en los ayuntamientos y no con los que su primer acto al llegar a la alcaldía con sus votos es quitarla. Hay dos generaciones de escolares desconectadas de España. En el mejor de los casos les es ajena, en los peores la odian. Nada de esto lo hubieran conseguido sin la colaboración del PSC, su partido confederado. Bien está que haya roto de un plumazo con el complejo, mejor estaría si fuera consecuente en sus pactos. Dentro de unos meses tendrá la oportunidad de demostrarlo. Si llega el caso y puede formar gobierno, hágalo con C's y no con nacionalistas y populistas.

Nunca di mayor importancia a los símbolos y sus trapos, hasta que su ausencia me hizo caer en la cuenta que allí donde ondea la bandera española siento a salvo mis derechos. Sin bandera constitucional, sin Constitución, hoy Cataluña sería una sociedad totalitaria. Reparen.

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