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Antonio Robles

Metafísica financiera

¿Quien hará de oposición para controlar a un Gobierno que dispone y deja una ingente cantidad de dinero de todos los españoles a entidades financieras privadas? ¿El Banco de España?, ¿Una comisión parlamentaria? Desde luego, Rajoy no.

En mi extrema ignorancia para comprender lo que sólo los expertos son capaces de explicar, intuyo dos evidencias: la crisis financiera en España acabará siendo empresarial, laboral y social; en una palabra, paro y pobreza. Y segunda, la acabarán financiando las clases medias y aquellas clases obreras que por un instante creyeron o les hicieron creer que también lo eran.

¿Por qué es grave esta crisis? Porque es real y generalizada, porque todos los antídotos económicos han fracasado (o si prefieren, sólo han sido momentáneamente paliativos, como la decisión de Europa de respaldar el sistema financiero con más de dos billones de euros) y lo peor, porque nadie sabe cómo abordarla al carecer de los planos de la ingeniería financiera que nos han llevado a ella. Un ejemplo, las hipotecas subprime (hipotecas con riesgo de impago al ser concedidas a solicitantes sin recursos, con trabajos precarios y sueldos bajos y sin contar con los avales necesarios). Estas hipotecas basura se concedieron en exceso por la expansión sin precedentes del boom inmobiliario. Pero lo hicieron a costa de los activos de bancos y cajas, sin respetar los acuerdos de Basilea que ponen límites a la inversión de éstos con el fin de medir los riesgos y asegurar los depósitos de los clientes.

Y como la liquidez comenzó a escasear, se generalizó el préstamo entre entidades financieras que, de salida, podían resultar seguras, como el histórico banco norteamericano Lehman Brothers. Todo el entramado financiero parecía seguro mientras hubo confianza interbancaria, pero en el momento que el número de impagos de las hipotecas subprime afloró, toda la arquitectura financiera basada en reglas invisibles, inició una huida hacia delante con recursos de pura ingeniería financiera para ocultar a los Gobiernos respectivos sus abusos contra los acuerdos de Basilea. Y también para regenerar activos a través de productos puramente especulativos, subrogados una y otra vez sobre sí mismos y con nombres y conceptos cada vez más metafísicos. El resultado fue la pérdida del rastro y, por tanto, del control de todos esos activos por parte de todos. La confianza del sistema llegaba así a la mayor estupidez de la historia de la economía: nadie era responsable, todos dependían de los préstamos de todos y nadie sabía dónde había ido a parar el dinero. En cuanto cayó Lehman Brothers, todo se precipitó.

Ahora el problema es generar confianza para obtener liquidez y nadie tiene liquidez porque nadie se fía de nadie, como nadie se fiaría de salir vivo si se decidiese a participar en una ruleta rusa con cinco balas de fogueo y dos de plomo. Es decir, nadie quiere seguir prestando dinero en un mercado ciego infectado por un inquietante tanto por ciento de hipotecas basura. Empezando por los propios bancos entre sí.

El resultado ya lo sabemos, al retraerse el préstamo interbancario y restringirse las nuevas hipotecas, las empresas se descapitalizan, sufren pérdidas, dejan de vender y a la vez de producir. La reducción de la productividad lleva al paro, el paro, al menor consumo, el menor consumo a la quiebra de empresas... El círculo se cierra. La recesión es un hecho.

Llegados a este punto nadie está a salvo, sobre todo la clase media que quiso especular con préstamos de coste reducido en el mercado inmobiliario que ahora no pueden pagar; ni tampoco la clase obrera, arrojada al paro por culpa de esa nueva aristocracia de las finanzas que se empeñó en especular con constructos financieros irremisiblemente alejados de la economía real. Esa nueva aristocracia urbanizó el lenguaje económico clásico con metafísica financiera. Esa retórica encriptada le permitió protegerse de los análisis democráticos y transparentes del ciudadano corriente (MBS: Mortgage Backed Securities, CDO: Collatedalized Debt Obligations, CDS: Credit Defaut Swaps...), camufló su ambición, y terminó provocando el colapso del sistema al perder ella misma el control del monstruo creado.

Ni siquiera los miles de empleados de esas entidades financieras ahora en crisis eran conscientes del cambalache al que estaban cooperando al seguir a ciegas las órdenes de esa aristocracia financiera, tan pronta a asumir riesgos con el dinero de los demás como remisa a aceptar responsabilidades con su fortuna. Miren sus sueldos blindados y comprenderán lo que les digo:

Sólo las cinco mayores firmas financieras de Wall Street –Merrill Lynch, JP Morgan, Lehman Brothers, Bear Stearns y Citigroup– pagaron más de tres mil millones de dólares en los últimos cinco años a sus máximos ejecutivos, justo en el periodo en el que éstos se dedicaron a inflar las cuentas, empaquetando en fondos y otros activos opacos, préstamos incobrables que han derivado en la mayor crisis financiera de la historia. Cuando el sistema se colapsó, las firmas siguieron siendo generosas con los causantes de la debacle. Stanley O'Neall se llevó a casa 161 millones de dólares cuando dejó Merrill Lynch; Charles Prince obtuvo 40 millones al dejar Citigroup, cifra similar a la que obtuvo Richard S. Fuld, de Lehman, denunciaba la pasada semana, Ramón Muñoz.

¿Quién debe pagar la crisis? Desde luego las clases medias y la clase obrera, no. Cualquiera de los ciudadanos que se vea en apuros para seguir pagando la hipoteca de su primera vivienda que no adquirió para especular, sino para vivir, ha de tener garantizada la paralización sine die de las ejecuciones hipotecarias y facilitar su amortización con nuevas condiciones que le faciliten a él seguir pagándola y al sistema, funcionando. La misma filosofía con las empresas productivas que se han visto arrastradas, no por su mala administración sino por la falta de liquidez. Los 100.000 millones que el gobierno español inyectará para asegurar liquidez bancaria han de emplearse en esa dirección. Es decir, los avales de los bonos del tesoro públicos (que son dinero de todos) se han de utilizar para evitar la quiebra, no para salvar fortunas financieras y para metabolizar las toxinas hipotecarias que afectan a los que no viven de la especulación financiera, sino de las ocho horas de curro diarias. Y sobre todo, no hay que dar un cheque en blanco a las entidades financieras beneficiadas ni al propio Gobierno. Y si pacta con la oposición, aún menos. Porque entonces, ¿quien hará de oposición para controlar a un Gobierno que dispone y deja una ingente cantidad de dinero de todos los españoles a entidades financieras privadas? ¿El Banco de España?, ¿Una comisión parlamentaria? Desde luego, Rajoy no, porque quedará preso de un pacto y de un presidente que nos mintió durante meses.

España se la juega. Es posible que haya sido más inmune a la crisis financiera, pero es mucho más sensible que otros países a la crisis económica real. De los dos pilares claves que sostienen el Producto Interior Bruto: la construcción y el turismo. El primero está en quiebra y el segundo sufrirá una catástrofe si Europa no sale inmediatamente de la crisis. Sin seguridad económica, la gente se retrae de gastar en productos prescindibles. Y España vive de ellos. Sólo ella tiene más plazas hoteleras que todo el Mediterráneo junto. Para ponerse a temblar.

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