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Antonio Robles

Mientras yo sea el presidente

Para enfrentar la amenaza separatista nos sobran leyes y razones, fuerza y legitimidad, pero nos falta unidad.

"Mientras yo sea el presidente del Gobierno, España seguirá siendo una nación de ciudadanos libres e iguales", sentenció Mariano Rajoy ante el desafío separatista del Parlamento catalán.

Miserable manera de expresar el rechazo del Gobierno de todos al separatismo. ¿Ni siquiera en los momentos más inquietantes para la unidad de la nación se puede permitir un gesto de patriotismo? ¿También quiere sacar rédito electoral de la amenaza rupturista? ¿"Mientras yo sea presidente"? ¿No sería lo suyo haberlo dejado en… "mientras la soberanía resida en el pueblo español por entero, España seguirá siendo una nación de ciudadanos libres e iguales”? Y este presidente, como cualquier otro presidente español en mi lugar, garantizará que así sea.

Pero no, Mariano ha preferido sacar rédito electoral de la unidad nacional. ¿Pretende susurrarnos al oído que tal unidad no está garantizada si no lo seguimos votando? A veces no sé cómo se sostiene en pie esta vieja nación, teniendo a semejantes servidores públicos.

Esas declaraciones han sido en parte rectificadas posteriormente con la convocatoria y posterior firma de un compromiso de defender el orden constitucional con el líder de la oposición, Pedro Sánchez. La firma y la foto no dejan de ser interesadas. Por parte de los dos, porque a los dos les interesa visualizar la primacía del bipartidismo. C's, a través de Albert Rivera, propuso ayer formar un "frente común de demócratas". Sin condiciones, como debe ser, porque la afrenta no deja espacio para el postureo: o se está con los demócratas o contra la democracia. Todo lo contrario de Pablo Iglesias, que se atribuye ser "la mejor garantía de la unidad de España al entender el conflicto territorial". O sea, el susurro nacionalista concretado en una España plurinacional y referendos vinculantes. La izquierda mamporrera del catalanismo que siempre hemos sufrido en Cataluña con los mismos tics acomplejados del PSC, que con tal de que no lo señalen con el dedo por malas compañías se niegan a firmar documento alguno con C's y PP contra la interpelación secesionista del lunes.

Mariano Rajoy ha de contar con todos los partidos dispuestos a defender la unidad de España, empezando con el que más empeño está poniendo en ello con hechos, UPyD, que acaba de cursar una querella por sedición, personalizándola en los responsables concretos. Un acierto. Eso de ampararse en la masa, en el pueblo, debe dar paso a la inhabilitación para cargo público de todos sus firmantes, con nombres y apellidos, y, si es posible, cárcel por conspirar contra el Estado. Y no hay que olvidarse de IU. Garzón es más serio y responsable que su homólogo humillador. Tampoco de Vox, de Santiago Abascal, que si un día de estos se desembaraza de tanto fundamentalismo católico y antiabortista tendrá en estos trances nacionales su oportunidad política.

Por una vez, los responsables públicos deben olvidar sus ambiciones personales para ponerse al servicio del bien común. Por una maldita vez, han de evitar la tentación de intentar sacar rédito electoral con su última ocurrencia, sea esta la reforma de la Constitución, el federalismo asimétrico o las trescientas mil terceras vías y sus atajos a la confederación o a la España plurinacional. Lejos de evitar el envite, lo alimentan. Por una vez han de sumar y no restar, ofrecerse y no exigir, facilitar, colaborar, pues no habrá recompensa mayor para ellos que la garantía de la unidad y la libertad de todos.

Para enfrentar la amenaza separatista nos sobran leyes y razones, fuerza y legitimidad, pero nos falta unidad. Ya es paradoja que se pretenda preservar la unidad de la nación, desunidos.

En esta hora de embustes y emboscadas separatistas, aburre tanta evidencia. Son en estos trances de la historia donde se forjan los grandes hombres de Estado o se arruinan las naciones. A ver.

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