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Antonio Robles

Populismo y conocimiento

El problema no es el populismo, la corrupción, o la falta de preparación de nuestros políticos, sino la incapacidad de los ciudadanos para detectarlos.

Estamos a tres días de las elecciones autonómicas andaluzas. Pasará el ruido y el vacío lo ocupará todo, lo que debería haberse dicho y no se ha hecho, y lo que se dijo y no fue más que hojarasca. ¡Qué hastío ver a los padres de la patria inflamados por la fonética! ¡Como si dijeran algo!

Yo no sé ustedes, pero ver al gorila de Maduro gritar en plan energúmeno como si los ciudadanos fueran imbéciles, me puede. No lo soporto. Pero en nuestros lares no somos excesivamente mejores. Llega el tiempo de la berrea electoral, y los machos alfa de la política se enzarzan en una pelea cuyo fin no está en exponer con honestidad y sencillez las soluciones a los problemas, sino despotricar contra el adversario. Ahí empieza y acaba su aportación a los problemas del país. En eso consiste su respeto a los ciudadanos.

Hasta en el negocio más humilde expones el género con mimo, tratas al cliente con deferencia y te comprometes a retornar el dinero si la mercancía resulta defectuosa. Por la cuenta que te trae. Menos en política. Pregúntense por qué se permiten el abuso, y por qué los electores se lo consentimos.

A menudo me pregunto por qué los ciudadanos estamos tan preocupados por elegir a líderes capaces, inteligentes, coherentes y honestos. Vivimos en democracia, no en una utopía de sabios guiados por criterios contrastados y fiables en busca del bien común. Quizás deberíamos empezar a olvidarnos de buscar a los mejores, y concentrar nuestro afán en lograr una escuela ilustrada, alejada del adoctrinamiento y centrada en facilitar a las nuevas generaciones información neutral y suficiente, y con capacidades sociales, políticas y científicas, que les permitan ser autónomos y con recursos críticos para asegurarse la libertad de elegir con criterio. Seguiríamos siendo egoístas, tendríamos intereses contrapuestos, pero, sin duda, un sentido común mejor fundamentado.

El problema no es el populismo, la corrupción, o la falta de preparación de nuestros políticos, sino la incapacidad de los ciudadanos para detectarlos. En una democracia de ciudadanos ilustrados, autónomos, críticos y libres, todas esas patologías políticas tendrían más dificultades para intoxicar nuestras emociones y deseos. La mejor vacuna contra tanta retórica vacía y tanto sinvergüenza camuflado.

Este fin de semana he tenido la inmensa suerte de viajar junto a un grupo de alumnos de ciencias a un laboratorio de física de partículas, situado a cien metros de profundidad, bajo la frontera de Francia y Suiza. Es uno de los mayores centros del conocimiento del mundo, el CERN (3:35), Organización Europea para la Investigación Nuclear. Diez mil científicos de numerosos países de la tierra (60) trabajan en él, 350 son españoles. La fascinación de un compañero de físicas, Darío Castello, por la comprensión del universo nos brindó la posibilidad de acercarnos a ese abismo de partículas elementales, donde se investiga de qué está constituido todo.

Lo traigo a colofón no tanto para explicar ese laberinto del conocimiento, sino para resaltar el contraste entre el mundo del conocimiento y el de la actividad política. Me sorprendieron las primeras palabras de un joven catedrático de física español, Daniel Gutiérrez, nada más llegar al CERN: "Chicos, podéis fotografiar todo cuanto queráis, sin limitación ni permiso; esto lo pagan vuestros padres y vuestros profesores y su conocimiento está al servicio de la humanidad". No me pude resistir comparar esa hermosa utopía hecha realidad con la estupidez del régimen de Corea del Norte impidiendo gravar a la cámara de En Tierra Hostil los escalones de acceso a un edificio vulgar por si al director de la granja de pollos Kim Jong Un le diera por subirlas alguna vez. Sin comentarios.

En el entramado de laboratorios y despachos equipados sin ostentación alguna colaboran premios Nobel y estudiantes con el único fin de desentrañar el misterio del mundo. Toda teoría hay que verificarla. Todo es provisional en un mundo donde lo desconocemos casi todo. Por eso aman tanto la verdad. ¡Casi igual que en política!

P. D. Catedrales de la ciencia (55:54), para quien quiera bucear en el misterio de la materia, y Potencias de diez, para sentir el vértigo de sus confines.

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