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Antonio Sánchez-Gijón

Efecto de causas mayores

Hamas luchó tenazmente contra el enquistamiento, mientras que Al Fatah se hallaba cómodo con él, como los microorganismos que conviven en paz con la penicilina.

Todo el mundo parece muy desconcertado por el triunfo de Hamas en las recientes elecciones palestinas, y se pregunta cómo cambiará el panorama estratégico del Oriente Próximo a consecuencia de ello. Este planteamiento equivale a tomar un efecto por su causa. El triunfo de Hamas no es más que un efecto.

La causa del triunfo de Hamas se encuentra en el cambio previo del escenario estratégico de Oriente Próximo. En realidad, el escenario ya no es siquiera el de Oriente Próximo, entendido éste como el "Levante" de nuestra experiencia histórica, una franja en la que se estrujan territorialmente Israel, Cisjordania-Gaza, Líbano y Siria. El nuevo escenario es el de Oriente Medio, en el que se incluyen tanto el Levante como el Golfo Pérsico, con su gigantesca gravitación en la geopolítica mundial. El triunfo del extremismo en Irán, encarnado por el presidente Amadineyad, ha derribado el telón que separaba las dos pistas estratégicas.

El Levante, mal que bien, se hallaba estabilizado en un enquistamiento de más de cincuenta años, pero que no era sino un foco de infección localizado, al que se le rebajaba la fiebre con tratamientos de cabecera: mediaciones, negociaciones e inyecciones masivas de antibióticos en forma de dólares y euros.

Hamas luchó tenazmente contra el enquistamiento, mientras que Al Fatah se hallaba cómodo con él, como los microorganismos que conviven en paz con la penicilina. Era muy práctico para Hamas adoptar una política de pública integridad y disposición al servicio social, sobre todo entre los más pobres y abandonados por el poder corrupto de Fatah, con vistas a ganar las elecciones, al tiempo que con su Intifada hacía lo posible para que la Autoridad Palestina, gobernada por ese partido, se viese imposibilitada de entrar en negociaciones conducentes a la paz con Israel y, por lo tanto, se mostrase incapaz de satisfacer las necesidades esenciales de la población. Pero satisfacer las necesidades de la población no es ahora el principal punto de la agenda de Hamas, aunque trate de cumplirlo con penicilina o sin ella. En última instancia, su credencial de seriedad y eficacia no es lo que le ha dado el apoyo palestino.

¿A qué se debió, entonces, ese apoyo? A que la población palestina ve una ventana de oportunidad para su reivindicación histórica en el anudamiento de nexos operativos, políticos y estratégicos entre las fuerzas locales (Hamas, Hezbollá, jihadistas, etc.), y las de los países vecinos y las potencias regionales, desde Siria a Irán, sin olvidar los ecos de Al-Qaeda. Los gobiernos de esos países se han apuntado, ante la vista de las masas árabes y musulmanas, dos éxitos espectaculares: la supervivencia del régimen sirio, después del intento frustrado de Occidente de ponerlo en cuarentena y expulsarlo definitivamente del Líbano como castigo por su ocupación y crímenes en este país, y la incapacidad diplomática y política de Occidente de llevar a Irán al consejo de seguridad de las Naciones Unidas por su programa nuclear, al tiempo que Teherán se ha alzado con el espléndido éxito de constituirse como agente indispensable de cualquier salida a la crisis de Irak. La opinión árabe no ignora estos hechos, y los palestinos los observan con la misma clarividencia que los demás.

La Autoridad Palestina y su gobierno de Al Fatah se movían en el marco de soluciones occidentales, como los acuerdos de Madrid, Oslo y el frustrado de Camp David. Este marco ya no es viable. Es más, implícitamente había sido abandonado por el propio Israel como no realista, y a ello obedecía el programa de separación de Ariel Sharon, para dejar a los palestinos abandonados a su suerte y a los israelíes parapetados detrás de un muro se separación. La cuestión de si el plan de Sharon era más realista que la solución negociada no importa ahora. Un gobierno de Hamas, o un Hamas al margen del gobierno, no va a consentir que Israel se desentienda de Palestina, precisamente cuando su nudo de alianzas con los que no tienen ni necesidad ni interés en dejar en paz a Israel se está estrechando.

El triunfo también se debe en parte a que los palestinos quieren creer a los que prometen rectificar la injusticia histórica de la que se sienten víctimas. La Autoridad Palestina y Al Fatah, en el fondo profundo de sus conciencias, creían que nunca podrían rectificarla, y ello sumía a los palestinos en la resignación. Pero basta alentar a los pueblos en la esperanza de que su humillación (o lo que creen que es su humillación) será redimida para que se avive el espíritu de confrontación y lucha.

Eso es lo que se avecina: confrontación y lucha. Europa e incluso los Estados Unidos tratarán de prevenirlas, pero las temen con vehemencia. Evitarlas requeriría ceder en Siria y acomodarse con Irán, y hasta es posible que los Estados Unidos hayan de llegar a compromisos con Teherán en lo que a Irak respecta. Hamas se orientará ante Israel observando la brújula que guíe los movimientos de Occidente en el nuevo escenario de Oriente Medio. He ahí la dimensión estratégica de la nueva situación: en la próxima ocasión podría no tratarse ya de un enfrentamiento árabe-israelí, sino de un conflicto de alcance mundial.

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