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Antonio Sánchez-Gijón

Montenegro, negros presagios

Unos saludarán a un nuevo estado en la Unión Europea. Yo deploro esta nueva muestra de desunión.

No ha sido una buena noticia para Europa. Ya tenemos otro paisito en los Balcanes, Montenegro, garantizando que esa región europea seguirá tan ingobernable como siempre. Además, pronto llegará la independencia de Kosovo, porque los ejemplos cunden y los precedentes cuentan.

La secesión de Montenegro ha sido legitimada por una ley de referéndum impuesta por la Unión Europea que establecía la validez de la independencia si la apoyaba el 55% de los votos emitidos. No parece muy prudente aplicar un umbral electoral tan bajo en el caso de una cuestión tan trascendental como la rotura de un estado (Serbia y Montenegro formaban un estado federal desde 2003) y la emergencia de un estado independiente tan poco cohesionado como es Montenegro, con elevados porcentajes de población serbia, albanesa y croata. El listón fue superado tan sólo por el 0,5% de los votos (55,5% a favor de la secesión), es decir, por causa de una variable tan circunstanciada y aleatoria que en cualquier momento, y por el motivo más nimio, podría cambiar de signo. Pero ya sería tarde.

Los montenegrinos étnicos no hubieran podido por sí solos alcanzar el triunfo electoral de la secesión. Los albaneses de Montenegro votaron masivamente contra Serbia y por lo tanto a favor de la independencia. ¿Cuánto tiempo tardarán en unir sus esfuerzos a los de muchos de sus hermanos étnicos de Kosovo y Macedonia en un nuevo paso hacia el sueño de la Gran Albania?

Aunque estas premoniciones no son infalibles, sí puede sostenerse que marchan en sentido contrario al equilibrio de la región balcánica. Los retazos de la antigua Yugoslavia son tan frágiles que su pulverización completa, impedida hasta ahora por la misión civil y militar europea en Kosovo y por la joven y ya fracasada solución federal Serbia-Montenegro, puede estar a la vuelta de la esquina. ¿Por qué la población serbia mayoritaria en el norte de Montenegro ha de verse sujeta a la separación de sus connacionales de Serbia? ¿Por qué los nacionalistas montenegrinos han de tener su estado pero los serbios han de perder el que consideran suyo?

Los serbios están pagando con el fraccionamiento y troceamiento de su población entre Bosnia-Herzegovina, Kosovo y Montenegro por los crímenes y errores de Milosevic. Son minoría en el primero de esos tres países, lo serán oficialmente en el segundo y hoy ya lo son de hecho en el tercero. ¿Sería raro que les entrase de nuevo la fiebre del irredentismo, como les ha pasado en los últimos quince años a eslovenos, croatas, bosnio-musulmanes, macedonios y albano-kosovares?

Y luego un hecho de naturaleza geopolítica: con la independencia de Montenegro, Serbia queda aislada del mar. Es difícil encontrar una humillación más patente que perder el acceso al mar por parte de un estado que contaba con él. La mediterraneidad impuesta por otros es históricamente un factor de resentimiento.

Nada de esto da una imagen positiva de Europa: sus apelaciones al mantenimiento de la unidad serbio-montenegrina han sido desoídos; su propia exigencia de un umbral tan bajo de validación del referéndum ha legitimado como definitivo un estado de opinión que muy bien podría ser transitorio. Debe tenerse además en cuenta el oportunismo mostrado en las prisas del primer ministro montenegrino Djukanovic por deshacerse de Serbia cuando este país se encuentra sumido en el aislamiento. Djukanovic ha actuado con la esperanza de una próxima entrada de Montenegro en la Unión Europea, soltando lastre para conseguirla pero sin contribuir a la idea de unidad, por el pequeño óbolo de su propia unidad con Serbia.

Unos saludarán a un nuevo estado en la Unión Europea. Yo deploro esta nueva muestra de desunión.

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