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Armando Añel

A río revuelto

En el marco de la guerra contra el terrorismo, Pekín ha condenado a cadena perpetua al disidente Wang Bingzhang, desaparecido a mediados del pasado año en Vietnam, a donde había viajado desde Estados Unidos para reunirse con líderes sindicales (reapareció seis meses después, como por encanto, flanqueado por la policía china). En el marco de la guerra contra el terrorismo, esto es, de un proceso global aprovechado por ciertos regímenes para pescar en el río revuelto de las retóricas de moda –el parecido con Caracas, La Habana y sus respectivas acusaciones a los "terroristas y golpistas de la Coordinadora Democrática" y la "mafia terrorista de Miami" no es, no puede ser, eventual: responde a un entramado permanente, al que la amoralidad de ambos gobiernos brinda soporte.

El Tribunal Intermedio de Shenzhen, ciudad china colindante con Hong Kong, declaró culpable a Wang Bingzhang de transmitir información secreta a Taiwán desde principios de los años 80, difundir artículos sediciosos contra el Partido Comunista Chino y encabezar un grupo terrorista. El juicio –por supuesto, cerrado– duró un día y la sentencia fue escuetamente anunciada este lunes por la agencia oficial Xinhua, que no hizo referencia a las "pruebas" contra el disidente. La organización de defensa de los Derechos Humanos Free China Movement (FCM) asegura que Wang fue maniatado y trasladado a su país de origen bajo "cargos falsos" –desde julio pasado, la oposición en el exilio estadounidense aseguraba que el procesado había sido secuestrado en la frontera con China–: para el director de FCM, Timothy Cooper, la sentencia es "vergonzosa" y "resulta injusto e incomprensible que un Gobierno que pretende ser parte de la comunidad internacional trate a un disidente democrático de esa manera".

Un Gobierno que es miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y con el cual Occidente mantiene –so pretexto de que China accederá al estado de derecho tomando el atajo de la liberalización económica– fluidos intercambios comerciales. Un régimen que, como en otra cuerda su homólogo norcoreano, no va a desperdiciar la ocasión de la guerra contra el terrorismo: Wang Bingzhang, que ya había sido encarcelado durante la llamada "Revolución Cultural" (en 1966 y 1967), y que desde 1979 vivía en Estados Unidos sin querer nacionalizarse, pasa a engrosar la lista de peones sacrificados en el alto ajedrez de la política internacional. A fin de cuentas, ¿a quién le importa el tal Wang? ¿Cómo se come eso?

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