La encuestas confirman lo que dice casi todo el mundo. La popularidad de Hugo Chávez cierra a la baja en el mercado de votantes venezolano. Según un último sondeo de la estadounidense Greenberg Quinlan Rosner Research, el ex paracaidista afrontaría un eventual referendo revocatorio con un pie en el aire y otro en el exilio. Una conclusión no muy descabellada si se tienen en cuenta las espesuras acumuladas, en lo que va de gobierno, por el expediente chavista. Ciertos excesos suelen pasar factura.
El 59% de la población votaría a favor de la revocatoria del mandato de Chávez, mientras un 38% aún apoya al inquilino de Miraflores. Incluso las clases bajas, tradicionalmente afines al Bolivariano en Jefe, favorecerían la derogatoria, que alcanza el próximo 19 de agosto su punto de ebullición. En febrero pasado, el denominado "Firmazo" reunió cuatro millones de rúbricas a favor de una convocatoria a referendo, que la Carta Magna apoya siempre que se compilen las firmas del 20% de los electores, que en Venezuela rondan los once millones de individuos. A todas estas, el ingreso mensual de los venezolanos ha caído en un 17% con respecto a 1998. Algunos analistas sostienen que el PIB podría descender hasta un 25% este año, el más espectacular desplome que se recuerde en la nación petrolera.
Pero tanta minucia no altera la vocación revolucionaria del ex golpista. Su último conejo, extraído de un sombrero a punto de desfondarse, lleva el gracioso mote de "organopónico". Se trata de hacer agricultura en zonas urbanas –las fuerzas terrestres de Chávez estrechan el cerco en torno al hotel Caracas Hilton, al que propinarán el tiro de gracia de un sembrado de hortalizas, como para ir haciendo boca–, un método que ha rendido extraordinario fruto a su mentor de La Habana. Cuba ha debido importar azúcar brasileño para cubrir el rubro del dulce por su cartilla de abastecimiento, y a pesar de estar rodeada de mar por todas partes, la perla del Caribe raciona la única sal grumosa a la que tiene acceso la población. Un ejemplo más de que el Comandante no se anda con pequeñeces.
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