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Armando Añel

La tercera vencida de Carlos Menem

De los cinco principales candidatos con oportunidades de ganar las elecciones del próximo abril en Argentina, ninguno alcanza más del 20 por ciento de la intención de voto en los sondeos. El ex presidente Carlos Menem, que según el más reciente de Ipsos-Mora y Araujo marcha tercero con el 15.6 por ciento de apoyo, y según el último del encuestador Julio Aurelio primero, con un 17.3, ha estremecido el anfiteatro político con su propuesta de redolarizar los depósitos y reducir los impuestos. ¿Cómo conseguir que los ahorristas que perdieron más de la mitad de su capital en dólares lo recuperen?, se preguntaba la pasada semana el peronista para luego responder: "Constituyendo fideicomisos por parte de los bancos que se harán cargo de ese proceso de redolarización hasta donde le alcancen los recursos. Lamentablemente, el resto lo tendrá que aportar el Estado".

Lamentablemente, y a pesar de algunos buenos diagnósticos ("Se le hizo un daño enorme a la economía (…) Se ha violado el derecho de propiedad", declaró a Reuters), Menem no parece el más indicado para dar consejos. El persistente aumento del gasto público durante su segundo mandato, financiado por nuevas deudas –de 1989 a 1999 la deuda argentina ascendió un 100 por ciento–, así como los sucesivos escándalos de corrupción y los estragos causados por su gobierno a la pequeña y mediana empresa, lo descalifican. Los recursos surgidos de la privatización emprendida por el ex presidente se esfumaron en manos de un Estado incapaz de sanear sus propias arcas o disminuir el débito nacional. Con la convertibilidad y la paridad entre dólar y peso –alcanzada gracias a la emisión de dinero estatal–, Menem acabó con la inflación, pero mantuvo incólume el déficit fiscal. Pan para hoy y hambre para mañana.

Según el también candidato Ricardo López Murphy, en la década de marras la economía creció alrededor de un 40 por ciento, pero el gasto público alcanzó el 150 por ciento, mientras prevalecían "las leyes y prácticas características del corporativismo fascista incorporadas a la realidad argentina en las décadas del cuarenta y el cincuenta". Lo que falló, dice el ex ministro de Economía, fue "la función del Estado como regulador de las prestaciones de servicios públicos, mirado en términos globales". Una dictamen incontestable, pero que dada la situación de López Murphy en los sondeos –la encuesta de Julio Aurelio apenas le da un 9,3% de intención de voto– Argentina aún no ha asimilado.

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