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Armando Añel

Los Goya, Sadam y las rubias

Sadam las prefiere rubias, según acaba de demostrar –por si hiciera falta demostrar algo a estas alturas– el Secretario de Estado norteamericano Colin Powell. Ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el político estadounidense ilustró la capacidad destructiva de Bagdad con gráficos, fotos tomadas vía satélite y grabaciones de diálogos entre militares iraquíes. Bunkers de munición y un vehículo de descontaminación, almacenes de misiles y esquemas de laboratorios móviles aderezaron una exposición que seguramente excitará muchísimo a los detractores de Washington: Si Hussein las prefiere rubias, los "pacifistas" –al estilo de la Tremenda Corte de los Goya, donde hace pocos días se condenó la guerra al terrorismo mientras se pasaba olímpicamente de los terroristas (incluso de los del patio)–, morenos. Morenos y peleones, que no hay como el pelo en pecho en transmisión diferida.

Bagdad tiene capacidad para fabricar gran cantidad de ántrax y produce la bacteria que causa el botulismo, capaz de extinguir cientos de miles de almas. Nunca ha respondido de las armas biológicas con que cuenta, y sus depósitos químicos permanecen intactos. Sus laboratorios móviles se desplazan en remolques de camiones y convoyes por carreteras y líneas férreas, o permanecen a buen recaudo en cobertizos, almacenes y corredores subterráneos. Sadam ha reformado sus aviones de combate para irrigar gas o agentes orgánicos mortíferos, y sus reservas químicas fluctúan entre las 100 y 500 toneladas. El hecho de que ante la eventualidad de una entrevista con los inspectores de la ONU el dictador amenazara de muerte a sus científicos, o de que utilice a sus prisioneros como conejillos de Indias para probar armas de destrucción masiva, no escandaliza demasiado a los Chirac y comparsa: mientras contemplan cómo los iraquíes se matan entre sí –cómo los iraquíes en el poder gasean a los iraquíes en la oposición– o "esperan" a que Hussein se pegue un tiro en la nuca –como los que cada cierto tiempo pega a sus allegados, cosa de mantener limpia la "línea de sucesión"–, aprovechan para hacer leña del árbol norteamericano. A fin de cuentas esos árabes son como animales… ¿a quién le importa que los gobierne un asesino en serie?

Según el escritor para niños Carlo Frabetti, miembro de cierta "Alianza de Intelectuales Anti-imperialistas" y organizador –entre otros artistas "anti-imperialistas"– de la anti-imperialista gala de los Goya, las rubias siempre tienen la culpa. "Ben Laden tendrá razón: no habrá paz en Estados Unidos mientras no haya paz en Palestina y en los demás países expoliados y ensangrentados por el más vil de los imperios", advierte el autor de Los colmillos de Bush, para enseguida desplegar su costado visionario: "Dos, tres, muchos Vietnam, dijo el Che. Y habrá cientos". Ahora que Sadam va a hacerle morder el polvo de la derrota a los yanquis, se impone la pregunta: ¿Por qué ha llegado tan lejos? Porque le gustan rubias y encapuchadas. Va y lo sabe muy bien Frabetti.

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