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Armando Añel

Para entrar por la bahía

Simbólicamente sería como entregar la "prisión" a sus legítimos dueños, los cubanos, cuando se cumple medio siglo de dictadura; sería desembarazarse de un símbolo malo para echar las bases de uno bueno.

¿Cuál es la razón fundamental de que el castrismo controle Cuba con la mayoría de la comunidad internacional legitimando, incluso apoyando, su Gobierno? Sencillamente, que dicho Gobierno acapara, de facto, la inmensa mayoría del territorio nacional, exceptuando la bahía de Guantánamo. Por supuesto, hay otras muchas razones –la dificultad de nuestra cultura para organizarse en democracia, el antinorteamericanismo al uso, el mito revolucionario, etcétera–, pero la del control territorial es, probablemente, la determinante.

De lo que no cabe duda es de que si el exilio encontrara asentamiento en suelo cubano ya no sería más exilio, ya podría imaginar el futuro con posibilidades reales de establecer, a la corta o a la larga, un Estado de Derecho en Cuba. Y la nueva administración de Barack Obama, aunque pueda sonar estrambótico decirlo, parece la más adecuada para servir de trampolín a esa suerte de utopía exiliar: reconquistar Cuba para los cubanos.

¿Por qué Obama y por qué ahora? Una pregunta para responder preguntando: ¿Por qué un presidente como Obama, mediáticamente a la izquierda del espectro político, no entregaría a los cubanos exiliados una parte de la base de Guantánamo, tal vez aquella en la que permanecieron detenidos durante años decenas de terroristas, más otro cacho? Simbólicamente, y sabemos que Obama maneja a la perfección las claves de la política simbólica, sería como entregar la "prisión" a sus legítimos dueños, los cubanos, cuando se cumple medio siglo de dictadura; sería desembarazarse de un símbolo malo para echar las bases de uno bueno.

Se trataría de una propuesta nada tradicional, ciertamente, pero hecha a un presidente novedoso, que ha demostrado cierto atrevimiento conceptual. Para alcanzar este punto, sin embargo, es necesario estructurar desde el exilio un movimiento que trascienda intereses personales y protagonismos para promover el bien común, para representar al conjunto. No se trata de potenciar a un caudillo ni establecer una forma ideológica de Gobierno. No cabe tomar el proyecto como un instrumento de promoción personal o como base desde la que teledirigir determinada agenda política. Se trata únicamente de regresar a Cuba, de fomentar una alianza colectiva por el bien individual. En el ámbito exiliado, a un objetivo así la izquierda, el centro, la derecha; liberales, socialdemócratas, conservadores; dialogueros y de línea dura, no podrían ponerle peros.

Pero, ¿estamos los cubanos preparados para plantarnos ante el Gobierno de Estados Unidos, como comunidad formalmente constituida, con una propuesta semejante en las manos? Si un día diéramos el ejemplo y pudiéramos interactuar en democracia más allá de rencillas, envidias y afanes protagónicos; si un día pudiéramos llegar a la Casa Blanca como "Gobierno" en el exilio, con una propuesta viable y previamente sometida a consenso; si un día fuéramos capaces de construir alianzas efectivas e instituciones representativas no de un segmento intelectual o grupo de poder, sino de toda la comunidad exiliada o su inmensa mayoría; si un día, en fin, actuáramos en base al resultado más que a la ideologización del enunciado, le sería mucho más fácil a Washington, y al mundo en general, tomarnos en serio.

Claro, no sería cosa de coser y cantar. Sobre todo porque Obama es sólo una posibilidad instrumental: el verdadero cambio debemos impulsarlo los cubanos, con humildad y persistencia. El cambio tiene que venir de adentro... de nosotros. Deberíamos, al menos una vez, ponernos de acuerdo sobre la posibilidad de entrar a Cuba por la bahía de Guantánamo.

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