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Armando Añel

¿Por qué Payá?

ambos programas son esencialmente incluyentes, pluralistas. Sería de agradecer que Marta Beatriz Roque participara en el Diálogo Nacional. Sería de agradecer que Oswaldo Payá anunciara su asistencia al Congreso del 20 de mayo

Explorar la retorcida psicología del castrismo contribuye a esclarecer los móviles de sus, a primera vista, rocambolescas decisiones. Durante años, algunos de los detractores del Proyecto Varela han esgrimido la tesis de una más que improbable inmunidad de Oswaldo Payá Sardiñas –u, ocasionalmente, la de que a éste le permitieran salir de y entrar a Cuba– para restarle crédito como opositor. Dicho argumento, del que se repartieron tres tazas tras la oleada represiva de 2003, ramifica el utilitarismo de un régimen que, aprovechándose de la heterogeneidad y el ya legendario espíritu controversial de la oposición cubana, pretende extender la sombra de la duda sobre uno de los líderes más prestigiosos del movimiento disidente en la isla.
 
En realidad, la aparente inmunidad de Payá ha sido interesadamente cultivada por el castrismo. ¿Por qué la cabeza más visible del Proyecto Varela no fue procesada hace dos años, o poco antes, o incluso después? Varias respuestas, a resumir en tres incisos, confluyen en la pregunta:
 
a) La proyección inédita del movimiento encabezado por Payá convertiría el encarcelamiento de éste en una especie de bumerán político, dimensionando por partida doble el Proyecto Varela. Debe considerarse que dicho proyecto diluyó como nunca antes la frontera que separaba a los núcleos duros disidentes –en tanto esta disidencia era y es ejercida de manera pública y notoria- de la nación en su conjunto. Una circunstancia que La Habana no podía permitirse: la indefensión psíquica de la población cubana, esto es, la permanente floración del policía que cada individuo lleva dentro, constituye una de sus principales herramientas de control social.
 
Así, dejar en la calle a Oswaldo Payá introducía un elemento de excepción en el paisaje represivo cubano, singularizando y, por lo mismo, aislando potencialmente al opositor –pero sobre todo a su proyecto– de una parte del exilio y la propia disidencia interna.
 
b) De cara al exterior y, fundamentalmente, a la Unión Europea, Payá se convirtió en un referente mediático. En el contexto de la dicotomía Miami versus La Habana, Estados Unidos versus Cuba, imperialistas versus revolucionarios, un eventual procesamiento del Premio Sajarov encajaba a duras penas, porque el castrismo, por más que lo desmienta su abanderado por antonomasia, aspira a mantener una ventana abierta sobre la Vieja Europa (el reciente levantamiento de sanciones, trabajado desde la isla y secundado atropelladamente por Madrid, pone de relieve esta estrategia).
 
c) Por último, como opositor “en bruto”, el líder democristiano no despierta particularmente los apetitos represivos del Gobierno cubano. Payá procede de la Iglesia, nunca ha vadeado las charcas del marxismo o pertenecido a organizaciones de corte gubernamental. A diferencia de las de otros relevantes opositores -cuyas filiaciones iniciales, por supuesto, no restan una pizca de mérito a su desempeño histórico-, la trayectoria lineal de Oswaldo Payá priva del morbo de la represalia al castrismo: Saturno no devora a sus hijos ilegítimos, o para mejor decirlo, devora únicamente a sus hijos (rebeldes con causa o sin ella). Paradójicamente, es sobre los que alguna vez tuvieron algún punto de contacto con las instituciones oficiales que el régimen suele refocilarse.
 
De cualquier manera, la presentación por el Movimiento Cristiano Liberación del Comité para el Diálogo Nacional en momentos en que el Congreso organizado por la Asamblea para Promover la Sociedad Civil –al que han sido invitados Havel y Gorbachov y Walesa...– descuella como el acontecimiento político de los próximos meses en Cuba, trae una vez más a colación las inseguridades, convenientemente abonadas por La Habana, de algunos sectores de la oposición en lo que respecta al promotor del Proyecto Varela. Pero dicho Diálogo Nacional es anterior en el tiempo a la cita de la Asamblea, y su naturaleza paulatina no resiente eventos puntuales. De hecho, ambos programas son esencialmente incluyentes, pluralistas. Sería de agradecer que Marta Beatriz Roque participara en el Diálogo Nacional. Sería de agradecer que Oswaldo Payá anunciara su asistencia al Congreso del 20 de mayo.

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