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Armando Frontado

Chávez, el gatopardo latinoamericano

La fatiga política es un peligroso factor de perturbación social. Así como el cuerpo humano es víctima de la angustia, el cansancio y la depresión, así mismo la sociedad se fatiga por el exceso de problemas que simultáneamente la acosan.

La fatiga política se convierte en elemento desestabilizador cuando los temas se repiten y la discusión, la conversación diaria, la noticia impresa, radiada y televisada se ocupa siempre del mismo asunto. Aparece entonces una nueva realidad social que no es otra que el punto central del problema en discusión. Lo demás deja de existir.

Cuando la sociedad comienza a girar sobre el mismo asunto, la reacción no se hace esperar: los primeros síntomas de fatiga son el fastidio, que luego es reemplazado por el miedo y más tarde por la cólera. Inmediatamente después aparece el elemento más peligroso que confrontan los seres humanos: la desesperanza. Ella causa negligencia, acaba con el espíritu de competencia y sobreviene la frustración porque no aparece nada en el horizonte que ponga fin a la situación, aunque no sabemos hacia donde vamos ni cuál es la solución. Esta es la verdadera locura social de la cual tenemos varios ejemplos en la historia, cuando la fatiga política se convierte en el puente ideal para una dictadura totalitaria. El caso de los bolcheviques en la Unión Soviética, de los fascistas en Italia y de los nazi en Alemania respalda la tesis de que la fatiga política conduce al totalitarismo.

¿Adónde vamos? Es la misma pregunta que en ruso, italiano o alemán se hacían millones de personas ante las grandes crisis que causaron la llegada al poder de Lenin, Mussolini y Hitler. El pueblo italiano estaba tan desesperado que una de las promesas de Mussolini “para devolver la fe” fue algo aparentemente de poca importancia: “haremos que los trenes lleguen puntualmente”.

En Venezuela se está haciendo sentir la fatiga política y los síntomas son el caos universitario, la ola de huelgas, la intervención militar cada día más acentuada, la incompetencia en todas las áreas del gobierno. Las irregularidades en servicios básicos como agua, aseo, sanidad y transporte mantienen a la gente irritada y han cambiado el rostro de un pueblo antes amable y ahora agresivo.

Y como si las angustias y el descontento fueran pocos, el presidente Hugo Chávez ha acuñado una nueva frase para pelear con escritores, periodistas y artistas: “los estúpidos ilustrados”.

En Venezuela, en donde nadie quiere volver a la partidocracia de las cuatro décadas durante las cuales los incapaces y corruptos gobiernos de Acción Democrática y Copei se alternaban el poder, ahora este falso gobierno revolucionario está practicando la política de gatopardo, aquella que brillantemente acuñara el escritor siciliano Giuseppe di Lampedusa (1896-1957) para describir las fraudulentas manipulaciones de políticos que instrumentan ciertos cambios para lograr que todo siga exactamente igual.

Pero la fatiga política es un paso seguro hacia el abismo.

© AIPE

Armando Frontado, venezolano, es analista político.

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