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¿Cómo consigue dinero un banco?

La magia de las titulizaciones hipotecarias y el recurso de última instancia, el banco central.

En un artículo anterior hablamos metafóricamente de cómo a la situación económica española habrían contribuido diversos factores originando un “tsunami” inmobiliario en las costas españolas y un problema financiero, cuyo último capítulo, por el momento, es la intervención de dos cajas. Esta parte va de enterarnos un poco más de las tripas bancarias del asunto. Viene a cuento porque la naturaleza del negocio bancario y de todo lo que la rodea ha cambiado mucho.

La banca

En los tiempos gloriosos las entidades financieras eran los paladines de la guardia y custodia de fondos. De créditos nada, sólo a quien tenía. Sin embargo, la modernidad, además de Internet y el "low-cost", ha traído innovaciones en el universo intangible del dinero. Pero no hay que olvidar que las denominadas innovaciones lo son sólo cuando la ley y el mercado las reconoce. Veamos algunas de estas cosas que afectan al universo del "poderoso caballero" de Quevedo, o en palabras menos poéticas, al dinero.

A nadie que yo conozca se le escapa la idea de que el negocio de las entidades financieras es el dinero, más específicamente, dejar dinero, y aún más específico, cuanto más mejor, pues vive de los intereses y comisiones que cobra, eso sí, garantizándose que le devuelvan lo prestado por medio de avales, garantías o colaterales y demás instrumentos al caso, lo cual es lógico, pues también lo debe. En resumen, la banca tiene dos, sólo dos, intereses básicos:

1.
Contar con fondos para prestar o Capital.
2. Garantizarse la devolución o medir el Riesgo.

Y a partir de aquí, ¡entramos en la modernidad!

El capital

El capital es la base del negocio bancario. ¿Recuerdan las ofertas 2x1 bancarias? “Si trae la nómina le damos...”, ¿y otras por el estilo? Recolectar dinero mediante ofertas es muy importante porque ese depósito, el suyo, puede ser prestado de 20 a 40 veces. No se alarme, pero es así. De hecho, raro es que la entidad de turno le dé a sus depósitos algo más aparte de los buenos días al llegar, ya que si ve sus extractos lo normal es que le cueste dinero. Ejemplo, deje usted 50 euros en una cuenta y vea lo que pasa.

Lo que sí está claro es que la entidad debe de pagar por sus gastos, personal, oficinas, gastos corrientes y demás, y al final del año sucede algo mágico: ¡reparte beneficios! Este milagro del "pan y los peces" sólo se consigue prestando dinero, y para ello primero hay que tenerlo.

Bueno, dirá usted, con los depósitos ya basta, ¿no? No, ni mucho menos. Cuando la demanda de crédito se dispara, como aconteció en la etapa del “boom” inmobiliario, y los tipos de interés son bajos se necesita más gasolina (dinero).

La pregunta del millón: ¿cómo obtiene una Entidad Financiera ese dinero extra más allá de las típicas ofertas promocionales para captar depósitos? Tradicionalmente se conseguía mediante la ampliación de capital, pero más tarde llegaron otros instrumentos financieros, como las Cédulas, Bonos, CDS... Deuda financiera que se emite, se recauda y se emplea para seguir aumentando la concesión de créditos. Aún así, hay algún “calculillo” que hacer relativo al tipo de interés que hay que pagar, el coste del pasivo y las obligaciones legales de cobertura de coeficientes. Y es aquí donde desembarca la modernidad.

Suponga que es usted propietario de una empresa que presta un determinado servicio y a cambio recibe pagos mensuales. Ejemplo, una concesionaria de autopistas, una inmobiliaria que alquila un aparcamiento de coches y, por qué no, un dueño de un estadio de fútbol (se ha hecho con las cuotas de los socios). Si la entidad puede justificar que recibe unos ingresos mensuales regulares... ¡puede titulizarlos! Es decir, emitir deuda para captar más dinero ¿Y qué tienen los bancos que responda a ése planteamiento? Las hipotecas.

Las Entidades Financieras toman un paquete importante de sus hipotecas de, al menos,150 millones de euros (menos no trae a cuenta). Dicho de otro modo, coge 1.500 hipotecas de 100.000 euros cada una, las empaqueta y las tituliza, es decir, emite bonos con la garantía de los pagos hipotecarios y los vende en el mercado.

A partir de aquí ocurren dos cosas: en primer lugar, la entidad recibe el metálico (dinero), capital que emplea de nuevo para conceder más créditos... y nuevamente al principio; y, en segundo lugar, hasta el año 2004 sucedía el milagro de Merlín: la evaporación. Los nuevos créditos otorgados a particulares y empresas mediante las titulaciones desaparecían del Balance de la Entidad Financiera. Nada, niente, ni rastro. Lo cual significaba que a efectos de coeficientes de caja era como una Entidad Financiera nuevecita -concesión de créditos sólo mediante depósitos-.

En el Banco de España se dieron cuenta tarde del milagro de Merlín, y en la Circular 04/2004 puesta en marcha en mayo del 2005 ordenó la marcha atrás. ¡Y no vea el lío, el apaño que hubo que hacer! Ahora sí están en el Balance, pero cuando seamos mayores hablaremos cómo. A febrero de 2010, el 19,57% del saldo hipotecario estaba titulizado, y de éste el 17,42% estaba dentro del balance y el 2,17% fuera, siendo el saldo total gestionado de 1,09 billones de euros, según datos de la Asociación Hipotecaria Española.

Fin de la charla. Sin recurrir a nada más que a lo que teníamos, las hipotecas, ya tenemos más dinero.  Eso sí, con un poco de trabajo, ya que en este particular proceso entran Auditores, Agencias de Calificación, Notarios e Intermediarios Financieros que, desde cierto punto de vista, aportan cierta garantía, pues si el capital pendiente de amortizar es de 100 aprueban que se emitan bonos solamente por 80 ó 90 pero. Al mismo tiempo, todos estos agentes son presionados por la Entidad Financiera emisora para obtener la máxima calificación crediticia (AAA), aunque en realidad no haya tiempo material para estudiar con detenimiento la operación de titulación en cuestión.

Llegados a este punto se preguntarán si vale la pena o no todo este proceso. La respuesta es que, en realidad, no importa si la operación de titulización es financieramente rentable o no. Tan sólo interesa porque permite disponer de dinero extra a la Entidad Financiera para otorgar un volumen de préstamos mucho mayor que el obtenido por la colocación de los bonos, pues este dinero se multiplica por medio de la expansión crediticia (dejar 20 veces más de lo emitido). Y es que, con posterioridad, los nuevos préstamos concedidos mediante este proceso a su vez se pueden titulizar.

El riesgo

Sobre el papel todo suena bien, pero esta operación y los bonos asociados comprometen a la entidad un tiempo generalmente largo. Hay que cobrar las hipotecas y pagar a los tenedores de los bonos, si las hipotecas son a largo plazo hay variaciones en la cartera de pólizas, por lo que hay que ir renovando las emisiones de bonos, y así un largo etcétera.

De este modo, la clave de todo el tinglado reside en obtener la mayor seguridad posible en lo que respecta la cobro. La cuestión es que el dinero entre en la entidad mediante el cobro periódico y regular de las cuotas hipotecarias para que así la entidad pueda a su vez pagar los bonos, además de las comisiones y gastos que conlleva la operativa.

Así pues, lo esencial es la gestión del riesgo. La llamada prudencia contable hace que las Entidades Financieras se protejan del riesgo, ya sea de impago, de interés o sistémico. Dicha protección tiene un coste, ya que hay que detraer dinero para las famosas Reservas para Riesgos en Curso, una cierta cantidad que minora su capacidad de prestar más.

Y aquí, nuevamente, nos volvemos a topar con la innovación financiera. Antes, los responsables de las oficinas bancarias tenían una idea bastante aproximada del nivel de riesgo (probabilidad de que el titular del préstamo pague o no). Conocían el entorno, la historia, los “happenings” familiares y algo podían olerse.

Sin embargo, en la actualidad, toda la gestión del riesgo se fía a la estadística (mal entendida). Se toman precauciones como el famoso LTV (Loan-to-Value). Es decir, si el bien (piso) vale 100 la entidad tan sólo presta 80 ó 90, se verifica el historial de pagos del cliente, se exigen avales, garantías y lo que haga falta.

Pero imagino que se harán una ligera idea del tiempo que cuesta recuperar el dinero de un crédito cuando es fallido. El problema es que, al tiempo que se produce un impago, los bonos no dejan de correr y la Entidad Financiera debe hacer frente al pago de intereses y, en su caso, del principal.

Recuerde que el margen de todo el proceso de titulación es pequeño. El impago de una hipoteca de 100.000 euros dentro de un paquete de 150 millones de euros es, en el peor de los casos -si la entidad no recupera ni un euro del préstamo-, un 0,07% del total. Las últimas cifras de morosidad se sitúan en el entorno del 5%. Así, si de los citados 1.500 clientes que componen una titulización no pagan 75 la cosa ya no pinta tan bien.

Otro elemento a considerar es que el LTV varía con el tiempo. Es decir, si en el momento de esplendor (burbuja) la vivienda valía 100 y el LTV fue de 80-90, ¿qué pasa si el precio de la vivienda baja? Si cayera un 30% la entidad tendría que haber cobrado al menos un 10% del valor de la hipoteca con un LTV del 80 para no “palmar”, eso sí, años después. Es decir, si la hipoteca es de 40 años la entidad necesita unos 4 años de vida y 3 si es de 30 para cobrar, como mínimo, ese 10% del préstamo. En cualquier caso, se tratan de tomar garantías suficientes, incluso con la compra de un seguro de impago o CDS (credit default swaps), para minorar al máximo los riesgos de impago.

De hecho, la entidad en cuestión siempre puede acudir al prestatario de última instancia por excelencia: el banco central. Otra fórmula mágica: la entidad puede obtener crédito muy barato (ahora a un interés del 1%) poniendo como aval (llamado colateral) sus bonos hipotecarios.

Más magia: el banco central acepta esos bonos como parte del coeficiente de solvencia de la entidad. Esto quiere decir que si la entidad debe guardar 10 euros como coeficiente de solvencia por si le van mal las cosas, lo puede hacer en metálico (dinero) o en papeles (bonos) amparados por hipotecas, ya que la misma Entidad Financiera se queda con una parte de las titulaciones que vende en el mercado como gesto de seriedad y solvencia.


Ahora bien, ¿comprarían ustedes bonos de una entidad con problemas de solvencia? Me temo que no. ¿Qué quieren ser de mayores?

Artículo elaborado por Juan Luis Valderrábano López.
Doctorando de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos.

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