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La FED está sobrevalorada

El Premio Nobel de Economía, Gary Becker, rechaza la idea de que "el mercado ha fallado". El error de la mayoría de economistas consiste en haber sobreestimado la capacidad de la FED para corregir su política.

Si usted quiere defender el intervencionismo actual del estado sobre la economía, puede citar como autoridad a economistas galardonados con el Premio Nobel, como Joseph Stiglitz o Paul Krugman. Pero si quiere defender el libre mercado, también puede apoyarse en otros Premios Nobel, como sería el caso de Vernon Smith o Gary Becker.

Para bien o para mal, esta diversidad de opiniones es una de las realidades del panorama de las ideas en economía. Algunos ven en este hecho la negación de cualquier apelativo de ‘ciencia’ a la disciplina económica. Otros ven cómo algunos autores se descarrilaron totalmente del buen camino, arrastrando a sus discípulos.

Sea como fuere, lo cierto es que estas diferencias son el pan de cada día entre los economistas. Y quizás se revelen con más fuerza en épocas como la actual, donde hay quien culpa al libre mercado y la desregulación como responsables de la crisis, y quien apunta directamente a las políticas e instituciones gubernamentales.

Desafortunadamente, en los últimos años los mercados libres parecen vivir bajo continuo ataque, por parte de políticos -nada nuevo-, intelectuales -tampoco debería extrañar- y economistas.

Y estos ataques no se han quedado solamente en el terreno de las palabras y las ideas: una fuerte oleada de urgente intervencionismo ha recorrido medio mundo, con el fin de salvar al sistema financiero del colapso y revitalizar una dañada economía real. Para ello, se han llevado a cabo políticas tanto fiscales como monetarias sin precedentes.

Algunos defensores del intervencionismo señalan que este tipo de medidas han evitado una Segunda Gran Depresión, similar a la de los años 30, donde la tasa de desempleo en EEUU llegó al 25% y se produjo un gran número de quiebras bancarias. Así se manifiesta, por ejemplo, el presidente del banco central norteamericano (Reserva Federal), Ben Bernanke, o el propio presidente del país, Barack Obama.

Por el contrario, otros lo ponen en duda y señalan que el sector público ha actuado de manera imprudente al rescatar a instituciones que no debían ser rescatadas, y obstaculizar el proceso de reajuste que se debe llevar a cabo tras la etapa de burbuja (mediante estímulos públicos), retrasando así la fase de recuperación.

Así, hay analistas que alertan de una década perdida, similar a la de 1930 para la economía estadounidense. Los riesgos de insostenibilidad fiscal también es un punto a tener en cuenta en el balance de la actual política anticrisis.

Uno de los economistas galardonados con el Premio Nobel que nadaría actualmente a contracorriente es Gary Becker, uno de los máximos exponentes de la llamada Escuela de Chicago, junto al fallecido Milton Friedman. Así lo ha manifestado en una entrevista concedida al diario The Wall Street Journal. A pesar de contar con 79 años, continúa con una intensa vida académica y docente en la Universidad de Chicago, además de seguir en sus actividades de investigador del think-tank de la Institución Hoover, en Stanford.

¿Fin del capitalismo?

Ante el “fin del capitalismo” y el “fracaso de los mercados libres” que algunos quieren ver, Becker no deja de defender el modelo económico liberal por sus buenos resultados. “No, no, en absoluto”, respondía a la pregunta de si el colapso financiero le había hecho renunciar a las ideas liberales.

Al contrario que su colega Richard Posner, con quien mantiene el popular blog Becker-Posner, Becker no se ha dejado convencer por las teorías keynesianas que favorecen la intervención como vía para salir de la crisis. Aunque las ideas de Keynes renazcan con fuerza en medio de la crisis, Becker sigue defendiendo los postulados y conclusiones generales de los autores de Chicago, para quienes el mercado es sin lugar a dudas el mejor asignador de los recursos, mientras que la intervención pública debería mantenerse al margen en muchas áreas.

En efecto, este economista está muy preocupado por el aumento del peso del estado sobre la economía, que de haber permanecido durante años en el 20% del PIB, se proyecta que alcance pronto el 28%. La aprobación de la reforma sanitaria de Obama tampoco es ninguna buena señal: no ataja las debilidades del sistema actual, va a añadir impuestos y regulaciones, e incrementará todavía más los costes de la sanidad, opina Becker.

Acerca de los orígenes de la crisis, Becker admite que tanto los gobiernos como los mercados cometieron errores. Por un lado, destaca que la Reserva Federal mantuvo los tipos de interés demasiado bajos durante mucho tiempo, las agencias hipotecarias semipúblicas Freddie Mac y Fannie Mae agravaron los problemas de las subprime, y tanto la FED como el Tesoro de EEUU no vieron lo que se venía encima hasta muy tarde -basta ver qué decía Bernanke en 2007-.

Pero no fueron los únicos que se equivocaron. “Algunos de nosotros que estudiamos los mercados también cometimos errores. Algunos de mis colegas en Chicago probablemente sobreestimaron la capacidad de la FED para suavizar las perturbaciones. Yo no escribí mucho sobre la FED, pero si lo hubiera hecho, probablemente, yo mismo habría sobreestimado a la FED”.

Uno de estos fallos fue prestar poca atención a los riesgos sistémicos -aquellos riesgos que afectan al conjunto del sistema financiero- que los nuevos instrumentos e innovaciones financieras podían generar.

Asimismo, reconoce que, aunque no le sorprendieron los problemas financieros surgidos, dado que éstos son un fenómeno periódico prácticamente inevitable, no se esperaba que la crisis financiera afectara a la economía real. “No me esperaba que la crisis fuera a ser tan seria. Ése fue mi error”, admite Becker con una honestidad admirable. 

Pero, “¿ha invalidado la experiencia de los pasados años el hecho de que los mercados siguen siendo el medio más eficiente para generar crecimiento económico?”, se pregunta. “De ninguna manera”, se responde a sí mismo, señalando la exitosa segunda mitad de siglo XX para los países desarrollados, pero también para los que todavía están en vías de desarrollo y han acometido reformas pro-mercado.

El fallo de los economistas

“Incluso después de tomar en consideración las diversas recesiones, incluyendo ésta, todavía acabas con un buen registro. Así que incluso si una recesión tan mala como ésta fuera el precio de los mercados libres -no creo que ésa forma de verlo sea correcta, puesto que las acciones gubernamentales contribuyeron en gran manera a los actuales problemas-, merecería la pena pagarlo”, afirma Becker.

En estas declaraciones se observan algunas de las diferencias entre economistas liberales como Becker, u otros autores de Chicago, y los economistas de la Escuela Austriaca, como el catedrático de Economía Política de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Jesús Huerta de Soto.

Así, los segundos negarían que los periodos cíclicos de crisis financiera sean un hecho inevitable, y responsabilizarían de ello a la política monetaria y la estructura del sistema bancario. Además, éstos no hubieran caído en el error de sobreestimar la capacidad de la FED para suavizar las perturbaciones -porque precisamente es esta institución la principal responsable de los mismos- ni tampoco en la errónea previsión de que los problemas financieros no iban a filtrarse a la economía real.

Uno se preguntaría el por qué del ataque actual contra el libre mercado, a pesar de no haber sido el principal responsable de la crisis y haber permitido en los últimos siglos la elevación sin precedentes de los estándares de vida.

Becker identifica un sesgo permanente en las ideas de la opinión pública: “los mercados son difíciles de apreciar”. Según explica, “la gente tiende a imputar buenas intenciones al gobierno. Y si asumes que los oficiales del gobierno son bien intencionados, entonces tiendes a asumir que éstos siempre actúan en nombre del bien común. La gente entiende que los empresarios e inversores, en contraste, simplemente intentan hacer dinero y no actúan en nombre del bien común. Y tienen problemas en ver cómo esta persecución de los beneficios puede elevar el nivel general de vida. La idea es demasiado contraintuitiva. Así que siempre nos topamos contra una especie de sospecha incorporada (en la sociedad) hacia los mercados. Siempre hay una tentación de creer que los mercados tienen éxito gracias a la explotación de los desafortunados”.

Con todo, a pesar del avance del intervencionismo gubernamental y de la crisis actual, Becker sigue siendo optimista. Los americanos continúan creyendo en los valores de responsabilidad individual y gobierno limitado que les han caracterizado.

“No quieren una expansión del gobierno. Quieren un gobierno limitado y crecimiento económico”, sostiene. Asimismo, apunta que hace varias décadas en el ámbito académico se pensaba que una economía controlada por el estado era la mejor forma de generar crecimiento económico. Ahora, sin embargo, sucede lo contrario.

“La libertad no puede tenerse a un bajo precio. Pero no es una lucha sin esperanza. Sigo siendo, básicamente, un optimista”, afirma Becker.

Ángel Martín es miembro del Instituto Juan de Mariana

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