Menú
Autores Invitados

Los nefastos estímulos del Gobierno

La teoría liberal enseña que cualquier cosa que haga el gobierno, los resultados de su acción acaban empeorando el problema. Estoy pensando en la guerra contra las drogas, contra la pobreza, el analfabetismo [...] contra la recesión. Llewellyn H. Rockwell

El gran defecto de la administración Obama es que está compuesta por gente que no parece conocer las verdades esenciales de la teoría liberal. Esta teoría -que es el fundamento de la contribución política americana y la fuerza impulsora de la modernidad- dice que la libertad es la base y la razón de la prosperidad económica y social. Toda la evidencia sugiere que ellos no saben nada de esto.

Los defensores de Obama sostienen la visión opuesta, la misma que ya fue introducida por los faraones y emperadores de la edad antigua, y que continúa hasta los Talibanes y Hugo Chávez de nuestro tiempo. Es la visión de que nada está más allá de las competencias del Estado y de su gran líder. Particularmente en los asuntos económicos, esta gente tiene una visión demasiado optimista de lo que el jefe del ejecutivo de una nación puede conseguir a través de la pura voluntad.

La teoría liberal enseña que cualquier cosa que haga el gobierno, los resultados de su acción acaban empeorando el problema. Estoy pensando en la guerra contra las drogas, la guerra contra la pobreza, contra el analfabetismo, y la guerra contra el terrorismo. Lo mismo pasa con la ‘guerra contra la recesión’. Ésta ya tiene antecedentes de fracaso, no solo por los últimos acontecimientos sino ya desde la década de 1930.

Cien años atrás, la teoría liberal nos advertía en contra del banco central, con el argumento de que crearía inflación y generaría inestabilidad y corrupción política. Todo eso sucedió. Los liberales nos advertían en contra del ataque al patrón-oro en los años 30, y demostraron estar en lo cierto de nuevo. Lo mismo pasó con Bretton Woods y también con la creación de Nixon de una moneda sin ningún respaldo. Tenían razón otra vez. Pero, ¿los seguidores de Obama aprenden de la historia? Al contrario, están totalmente cegados a ella.

El fracaso intelectual es la raíz del problema. Nótese cómo la administración invoca a la teoría económica en defensa de su política de ‘saqueo nacional en gran escala’. En este caso, la mala teoría económica funciona como una tapadera para los actos de despotismo. Así es como los errores teóricos de J.M. Keynes acaban siendo de utilidad para los gobiernos.

Pero un aspecto de esto no ha recibido la suficiente atención. Y es cómo el estado está usando la excusa del estímulo no para ayudar a la sociedad sino para ayudarse a sí mismo. Ciertamente, el estado está siendo estimulado, pero la economía privada -la única fuente real de riqueza social- está viéndose saqueada de muchas formas.

La forma más directa en que el estímulo está ayudando al estado es transfiriendo recursos de la economía privada al estado mismo, en un juego de suma cero. Mientras que el resto de la economía nacional se está contrayendo, la economía de Washington, DC, está creciendo a un ritmo del 2,5%. Virginia del Norte y la Maryland suburbana (zonas vecinas de la capital administrativa) también participan en la fiesta, mientras el gobierno gana a expensas de todos los demás.

Una de las grandes lecciones de la teoría liberal se ocupa de la extraordinaria capacidad del libre intercambio para generar riqueza. El intercambio hace que ambas partes salgan beneficiadas. El ahorro hace que los recursos estén disponibles para la inversión. La inversión genera puestos de trabajo que producen más productos para que la gente compre. A través de este mecanismo, Occidente se hizo rico.

El análisis económico del estímulo no es tan complicado. Éste consiste en tomar de unos para dar a otros. No hay ninguna creación de riqueza. No hay ningún mágico ‘multiplicador’ que convierta las piedras en pan. El estímulo, por el contrario, destruye valor, porque la propiedad pasa de sus propietarios (quienes la utilizan para propósitos socialmente útiles) hacia el gobierno para que éste la distribuya a sus amigos.

Este proceso tiene costes sobre toda la producción de riqueza -y la mayoría de estos costes no se ven-. Nunca sabremos qué tipo de estímulo real hubiera tenido lugar si la propiedad se hubiera dejado en las manos privadas. ¿Qué trabajos podrían haberse creado? ¿Qué inversiones se podrían haber hecho? ¿Qué tipo de negocios podrían haberse expandido? Nunca lo sabremos.

El falso estímulo puede tomar la forma de transferencias directas de riqueza, o a través de creación de deuda, que finalmente acaba golpeando al valor de la moneda en la que la gente tiene sus ahorros. Esto genera un caos económico que nadie puede controlar una vez que se ha desatado. El sector privado se reduce.

El sector público, por otra parte, prospera gracias al injusto botín. El dinero que consigue equivale a una infusión directa. ¿Qué parte del estímulo ayuda al sector público? El 100%, si se considera además a las compañías privadas que están recibiendo las ayudas públicas, ya que las que anteriormente fueron empresas capitalistas están siendo nacionalizadas por la puerta de atrás. Con todo, debido a que compañías privadas están consiguiendo el dinero, ¡Obama se piensa que tiene derecho para presumir!

Este falso estímulo también distorsiona y perjudica seriamente al mercado de trabajo, a medida que la gente abandona empleos en el sector privado y mira al gobierno para que les proporcione un empleo sin riesgo. Realmente, este plan de estímulo equivale a poner boca abajo el reloj de arena. Bernanke nos está advirtiendo de que estamos en una severa contracción ahora mismo, pero la advertencia no se la aplica a él mismo ni al resto del sector público. De hecho, ellos se están expandiendo alegremente.

El gobierno puede que gane con todo esto, mientras que el resto de nosotros perderemos. Incluso si tuviera la cura perfecta para la recesión, el gobierno no tiene incentivos a implementarla. Sus recetas para una economía debilitada no son diferentes a las del resto del sector público, que se sirve a sí mismo a expensas de todos los demás.

Es más, al gobierno le encantan las recesiones económicas. Desde hace décadas, la economía privada ha estado dejando atrás al gobierno. El sector privado se ha hecho cargo de la mayoría de los puntos clave de la sociedad, desde la seguridad a las comunicaciones pasando por todas las formas de progreso tecnológico. Esto ha enfadado al estado muchísimo. Ahora es el tiempo de la represalia. La depresión económica es buena para el estado. Incluso si el estado supiera cómo ponerle fin, ¿por qué habríamos de suponer que tiene los incentivos para hacerlo?

Artículo elaborado por Llewellyn H. Rockwell, Jr.  y publicado orginalmente en el Mises Institute.

En Libre Mercado

    0
    comentarios