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Trabajar mucho no es la solución

Una de las características más comunes entre los pequeños empresarios es la cantidad de horas que dedican a trabajar. Pero también resulta característico el escaso rendimiento que, bajo cualquier óptica, obtienen de tantas y tantas horas.

A los que corren en un laberinto, su misma velocidad los confunde.

Séneca

Una de las características más comunes entre los pequeños empresarios es la cantidad de horas que dedican a trabajar. Horas y horas sin fin. Pero también resulta característico el escaso rendimiento que, bajo cualquier óptica, obtienen de tantas y tantas horas.

Si te encuentras en esta situación, no estás sólo. Muy al contrario, tienes mucha compañía. Aunque no quizá la compañía que te gustaría tener: todos los pequeños empresarios, en especial los que no van bien, los que finalmente se hunden, los que nunca llegan a mantenerse a flote, los que fracasan, todos trabajan muchas horas. Demasiadas.

Como por diferentes motivos tenemos grabado en nuestra mente que el esfuerzo lo puede todo, y sin duda hemos llegado donde estamos en gran parte debido a nuestra capacidad de esforzarnos, solemos caer en el síndrome del trabajador esforzado, incluso cuando nos hemos convertido en empresarios.

Y, en lugar de tomarlo como un aviso de que algo no estoy haciendo bien, puedo incluso sentir cierta inmodestia de trabajar tanto. Lejos de ocultarlo como señal de incompetencia (algo tengo que estar haciendo mal), lo divulgo a modo de blasón de mi carácter.

Aunque no hay nada malo en trabajar, se produce una pequeña derivación en la que en lugar de dedicarme a hacer lo que tengo que hacer (y de eso sí hacer todo lo que haga falta), me conformo con la sensación de estar trabajando mucho, independientemente de si lo que hago es lo que debería estar haciendo o no. Y esta sensación parece que tranquiliza algo la incertidumbre implícita en ser empresario.

¿Me estoy escapando?

Trabajar muchas horas puede ser una manera de no prestar atención a actividades que sé que tengo que hacer, pero a las que me estoy resistiendo porque no me resultan cómodas. Dedicar tantas horas puede ser algo que me tranquiliza porque me ocupa la mente y el cuerpo, y el tiempo, y ratifica mi perspectiva de que la persona trabajadora "se merece" el éxito. En el mundo de la empresa no existe este supuesto merecimiento por haberte esforzado: o haces lo que tu empresa requiere, o te hundes.

El trabajo de un empresario directivo es de una índole específica y concreta, y si no estás haciendo ese trabajo, entonces no estás siendo trabajador, sino simplemente moviéndote constantemente de acá para allá.

¿De dónde viene esto?

La mayor parte de los pequeños empresarios proceden de un entorno en el que la ética de trabajo es muy fuerte, donde trabajar mucho es señal positiva. Aún recuerdo comentarios de mi padre, cuando le decía "estoy trabajando mucho", me contestaba: "mejor eso que estar en la cola del paro" (de hecho, aún lo hace). Y, efectivamente, desde su óptica es mejor. Pero cada uno de nosotros elegimos nuestra perspectiva: la alternativa a trabajar mucho, no tiene por qué ser el paro. Puede ser trabajar menos, pero mejor. ¿A cuántos de nosotros nos han educado en esta percepción?

Una pregunta que subyace todo esto es: ¿De dónde extraigo mi autoestima y mi sensación de estar haciendo lo que debo? Si trabajo muchísimas horas, si no logro dedicar tiempo a diario a reflexionar sobre dónde va mi empresa, si estoy constantemente apagando fuegos, me ayudará si en lugar de sentirme como un héroe sacando adelante mi empresa, logro darme cuenta de que son indicadores de que no lo estoy haciendo bien, y algo tengo que cambiar.

Habitualmente seguimos modelos psicológicos mediante los cuales nos orientamos en lo que es un "buen proceder". En la mayor parte de las ocasiones, estos modelos permanecen fuera de nuestra percepción. Sin embargo está a nuestro alcance traerlos a la conciencia.

El modelo que utilizamos para identificar cuándo "vamos bien" puede no ser el adecuado a lo que queremos conseguir. Quizá sea mejor buscar un modelo de empresario que gestiona con tranquilidad su o sus empresas, va algunas tardes a la oficina, pero otras socializa con clientes, tiene sistemas implantados que le permiten delegar todo lo que no hace falta que haga él, etc.

Todo esto es posible para una pequeña empresa. De hecho, es más fácil de implantar en una pequeña empresa que en una de mayor envergadura. El principal obstáculo para implantar esta manera de funcionar no es ni la economía, ni las finanzas, ni los clientes, ni los empleados: es la percepción que de sí mismo tiene el empresario.

Un primer gran paso consistiría en dar el salto y considerar que cuando estoy yendo de acá para allá constantemente, algo estoy haciendo mal. Como en tantas otras cosas, un modelo de excelencia sería el de alguien que hace su trabajo con atención, dedicación y conocimiento, pero de manera relajada. No el de quien corre desesperadamente de acá para allá, echando la culpa de su falta de éxito al entorno y a lo ocupado que está. Si sigo haciendo más de lo que no funciona, trabajando mucho sin un resultado acorde, lo más probablemente es que finalmente logre, como tantos otros, llevar mi empresa a la ruina... a fuerza de esforzarte.

Juan Antonio Martínez

Coach Empresarial

Director XLNS Coaching

jam@xlnscoaching.com

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