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Carlos Alberto Montaner

El terremoto brasilero

Si Neves ganara las elecciones, su victoria sería una pésima señal para los países del llamado Socialismo del Siglo XXI.

Si Neves ganara las elecciones, su victoria sería una pésima señal para los países del llamado Socialismo del Siglo XXI.

Aécio Neves, economista, como la presidente, pero una generación más joven y mucho más carismático, puede derrotar a Dilma Rousseff en el ballotage del próximo día 26. Al menos dos encuestadoras (Instituto Veritá y el Instituto Paraná de Pesquisas) le dan prácticamente 10 puntos de ventaja al candidato del Partido Social Demócrata Brasilero.

Serán menos. Esa diferencia puede reducirse sustancialmente, e incluso desaparecer, en la medida en que se intensifiquen los ataques del Partido de los Trabajadores, con Lula da Silva a la cabeza del pelotón de fusileros. Neves hoy goza la ventaja de unos días de gloria publicitaria positiva tras los sorprendentes resultados de la primera vuelta, así que tendrá que defenderse y atacar para poder prevalecer el día de las elecciones.

¿Por qué la popularidad de Rousseff ha caído en picado? Por una combinación de tres factores:

– La economía. El país entra en recesión. El aparato productivo no crece y las exportaciones disminuyen debido al enfriamiento de la economía china. Todo era una un espejismo. Brasil no estaba haciendo bien su trabajo. Eran los chinos. Bastaba que China redujera uno o dos puntos su crecimiento para que se estancara el de Brasil. Con apenas 12.100 dólares de PIB per cápita anual, el país creaba menos riqueza por habitante que otras seis naciones latinoamericanas, incluidas las vecinas Argentina, Uruguay y Chile. Es verdad que, por su volumen, es la octava economía del mundo, pero por su per cápita es la 105, y por su crecimiento la 137. La productividad brasilera es un 50% de la mexicana y un 18% de la norteamericana. Una birria, debido al proteccionismo y a la enorme burocracia. Brasil ocupa el lugar número 100 en el Índice de Libertad Económica, entre Gabón y Benín, dos atrasados países africanos. De ahí los pobres resultados.

La corrupción. La percepción general es que los gobiernos del Partido de los Trabajadores han sido los más corruptos de la historia reciente de Brasil. Cuando comenzó Lula, según Transparencia Internacional, Brasil estaba en el lugar 69 del planeta. En la medición más reciente de deslizó al 72. El último escándalo involucra a la (ex) prestigiosa Petrobrás. La empresa es otra alcantarilla. Según las revelaciones de Pablo Roberto Costa, Petrobrás entregaba al PT el 3% de todos los contratos. Esa es una inmensa cantidad de dinero. El conflicto es mayor que el mensalao que sacudió al gobierno de Lula y culminó con la condena de una veintena de funcionarios, incluido su mano derecha, José Dirceu, ministro de la Presidencia, hombre formado por los servicios de inteligencia de Cuba.

El tercermundismo. Los brasileros, no obstante la disparidad entre el sur desarrollado y el nordeste pobre, la Belindia –combinación de Bélgica y la India– que describió el economista Edmar Lisboa, siempre han jugado la carta occidental. Fue el único país de América Latina que participó en la Primera Guerra frente alemanes y austriacos, aunque de manera modesta. En la Segunda, sin embargo, envió 30.000 hombres a pelear junto a Estados Unidos por la conquista de Italia. A muchos brasileros no les gusta la estrecha relación del PT con Irán, Rusia, Cuba o el chavismo, así como el patrocinio del Foro de Sao Paulo, una especie de Internacional radical antioccidental, antimercado y antiamericana. No entienden muy bien por qué enquistarse en el Mercosur o en los Brics, cuando al país le iría mucho mejor trenzando alianzas abiertas con el Primer Mundo.

Pero hay más en el terreno internacional: si Neves ganara las elecciones, su victoria sería una pésima señal para los países del llamado Socialismo del Siglo XXI y una clara advertencia de que se agota esa estridente tendencia ideológica neopopulista que ya arruinó a Venezuela.

Probablemente, por ejemplo, influiría en los comicios de Uruguay, impulsando la candidatura de Luis Lacalle Pou, joven y enérgico político de centroderecha, frente a Tabaré Vázquez, un expresidente de 74 años que encabeza la fórmula del Frente Amplio, donde militan comunistas y tupamaros, desgastado personaje mucho menos atractivo para la nueva generación de votantes uruguayos decididos a buscar un cambio.

La ola también llegaría a la Argentina en las elecciones del año próximo y contribuiría a barrer al kirchnerismo, así como a Bolivia, donde Evo Morales perderá un aliado al que no le importaba que la cocaína de su país llegara por toneladas a Brasil.

Será un verdadero terremoto. Pero antes Aécio Neves tiene que ganar.

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