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Carlos Ball

¿Se salvarán los iraquíes?

El desenlace de la guerra en Irak sigue en duda sólo para los enemigos de Estados Unidos. A los demás nos preocupa más la reconstrucción de ese país. Según la sabiduría convencional, la rápida reconstrucción de Alemania e Italia después de la Segunda Guerra Mundial se debió a la generosidad del Plan Marshall. La realidad histórica es otra: la prosperidad y el auge económico surgieron en esos países devastados por la guerra al liberarse sus economías, no sólo del intervencionismo nazi y fascista, sino también de las posteriores reglamentaciones impuestas bajo la ocupación de los aliados.

En 1948, tanto los políticos alemanes como las fuerzas de ocupación buscaban imponer una economía planificada, con controles de cambio y de salarios para “superar la crisis”. Los alemanes sufrían controles de precios desde que Hitler los decretó en 1936 y las fuerzas de ocupación los mantuvieron vigentes. Terminada la guerra, en Alemania había escasez de todo y lo mismo que en la Argentina de Duhalde surgió el trueque: la gente de las ciudades iba al campo a cambiar sus joyas, ropa o muebles por alimentos.

El ministro de Economía, Ludwig Erhard, luego conocido como “el padre del milagro alemán”, liberalizó totalmente la economía: abolió los controles de precios y salarios y acabó con la inflación de la noche a la mañana. El 20 de junio de 1948, Erhard introdujo una reforma monetaria descrita así por el economista Henry Wallich: “El 21 de junio de 1948, los productos reaparecieron en las tiendas, el dinero recobró su función normal, los mercados negros y grises dejaron de ser importantes, la búsqueda afanosa de alimentos por los campos desapareció, la productividad laboral aumentó y la producción se disparó”. Esa reforma monetaria de Erhard fue acompañada de una drástica reducción de impuestos y Alemania abrió las puertas a inmigrantes polacos y checoslovacos que huían del comunismo.

Tanto Italia como Francia (bajo la guía de Luigi Einaudi y Jacques Rueff) se inspiraron en la exitosa experiencia alemana, mientras el Reino Unido se hundía bajo el gobierno socialista del Partido Laborista que nacionalizó las grandes industrias e impuso controles a todo.

El Plan Marshall, que serviría posteriormente como modelo a la ayuda económica de los organismos internacionales, fue lanzado el 5 de junio de 1947 por el entonces secretario de Estado, general George Marshall, y sabemos que el actual general con el mismo cargo, Colin Powell, se inclina por la ayuda económica y la participación de las Naciones Unidas en la reconstrucción de Irak. El Plan Marshall concedió 13 mil millones de dólares a 16 naciones (equivalentes a unos $80 mil millones de hoy). Pero mientras Alemania recibió del Plan Marshall entre 1947 y 1951 el equivalente al 6% de su PIB, gracias a la liberación económica instrumentada por Erhard, su producción industrial se disparó 312% en ese mismo período. Otros países que recibieron más dinero del Plan Marshall crecieron mucho menos.

Felizmente, el Plan Marshall duró sólo cuatro años. Desde entonces, los burócratas supranacionales han aprendido a eternizar los problemas de manera de no perder jamás sus cargos ni sus sueldos libres de impuestos. Con razón, Steve Forbes recomienda que los salarios de los funcionarios del FMI sean pagados en las monedas de las naciones que asesoran.

En Irak, Saddam Hussein se las ha ingeniado para reducir el ingreso per cápita de 12.000 dólares al año en 1979 a unos 2.000 dólares hoy. En menos de una generación, Irak pasó de ser uno de los países más ricos del mundo a uno de los más pobres, con una inflación de 100% anual. Medio millón de iraquíes han muerto bajo el gobierno de Saddam. Los ingresos del estado son canalizados hacia 1,5 millones de militares, paramilitares, policías y agentes de seguridad e inteligencia. Y desde 1991, Saddam se ha construido 50 palacios, a un costo de 2.500 millones de dólares al año.

Claro que los planificadores supranacionales argumentarán que los iraquíes no están preparados para una economía libre, sin controles gubernamentales. Los japoneses tampoco habían vivido bajo una democracia capitalista, pero gracias a la labor de liberalización económica del equipo del general Douglas MacArthur pronto alcanzaron niveles de crecimiento similares a los de Alemania de la posguerra.

El éxito de la incursión de Estados Unidos en Irak no dependerá sólo de las victorias militares, sino también del establecimiento de mercados libres, derechos de propiedad y seguridad jurídica. Tal estructura institucional no sólo atraerá el capital extranjero necesario, sino que impulsará el trabajo y el ahorro interno. Para lograrlo será necesario bloquear el paso a los burócratas de las Naciones Unidas y a los planificadores de Francia y Alemania.

Carlos Ball Es director de la agencia © AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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