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Carlos Jariod

El miedo del señor consejero

¿Y de qué tiene miedo el señor Valverde? Del movimiento objetor. De los ciudadanos anónimos de nuestra Comunidad -más de seis mil- que no paran de declararse objetores

El jueves 17 de Abril se debatió en las Cortes de Castilla-La Mancha la nueva materia de Educación para la Ciudadanía (EpC). Visiblemente molesto por el debate mismo, José Valverde, consejero de Educación, subió a la tribuna a regañadientes y con una única pretensión: que no se notara su miedo.

Displicente, orgulloso, sabedor de su mayoría parlamentaria y de su veteranía política, trató de zafarse del debate sembrando confusión, profiriendo medias verdades y alguna mentira de calibre. Pero no nos engañemos. Todo ello para aparentar una fuerza que no posee, una energía más bien artificiosa. Freud lo llamó mecanismo de compensación: ante un afecto no aceptado inconscientemente, el individuo actúa del modo contrario a lo que él rechaza. Así, quien no acepta su miedo se puede comportar con temeridad (aparentando un valor que realmente no posee). El señor consejero debería ir a un psicoanalista.

Detrás de tanta altivez, hay miedo; detrás de tanto orgullo, fragilidad; detrás de tanta soberbia, mucha preocupación. En efecto, el señor Valverde tiene miedo y está preocupado, muy preocupado. Por eso él subió a la tribuna de oradores con una única meta: "¡Que no se me note!" Y por eso eludió el debate, ignoró a los padres objetores, quiso burlarse de la portavoz del PP, mintió y amenazó. Pero el señor consejero no nos engaña. Su Gobierno ha sido el que más objeciones ha recibido sin que aún se curse EpC en nuestra región. Su Gobierno quiso despreciar al movimiento objetor y... ¡tiene que debatir en las Cortes sobre la dichosa materia y referirse a la objeción de conciencia!

¿Y de qué tiene miedo el señor Valverde? Del movimiento objetor. De los ciudadanos anónimos de nuestra Comunidad –más de seis mil– que no paran de declararse objetores. Tiene miedo de un grupo cada vez mayor de ciudadanos, libres e independientes de cualquier partido político, que reclama el derecho de educar a sus hijos según sus convicciones. Un grupo de hombres y mujeres que, a diferencia del señor consejero, no tienen miedo. Es lógico que el señor Valverde esté preocupado, muy preocupado. Pero el señor Valverde también tiene miedo a la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha, tribunal que ni siquiera citó en su alegato.

"¡Que no se me note!", fue su consigna. Y para ello mintió. Mintió cuando afirmó repetidamente que el PP manipula a los padres simplemente para hacer oposición, sosteniendo que es son los populares quienes fomentan la objeción. Mintió cuando dijo que "el Estado tiene el deber de promover una moral pública basada en unos valores universales que nos afectan a todos y que para nada entran en conflicto con las diversas morales privadas que deben mantenerse en otra esfera" (¿En qué texto legal se dice que el Estado debe promover una moral pública al margen de las morales privadas? ¿Dónde se dice que hay morales públicas y otras privadas? ¡Ah, lo olvidaba! ¡En los documentos de la Fundación CIVES y en los artículos del señor Peces-Barba!). Mintió cuando declaró que "los supuestos objetores están sencillamente desobedeciendo la ley", negando el derecho de objeción a los padres y despreciando el hecho de que los Tribunales Superiores de Andalucía y de Asturias han reconocido ya en sendas sentencias ese derecho. Mintió cuando informó atropelladamente sobre las cifras de objeciones en la Comunidad.

"¡Uf, que no se me note!" y tocaba amenazar. Una amenaza vieja que obligó en su día a interponer una querella contra su anterior delegado en Toledo. Los objetores no tendrán el título de la ESO porque –afirmaba aparentando una evidencia que ni él se cree– una materia no cursada ni se suspende ni se aprueba.

Sí, el señor Valverde está preocupado, muy preocupado. Y es que el mecanismo de compensación le puede hacer o decir a uno cosas muy arriesgadas sin percibir su gravedad. Por ejemplo, cuando dijo: "La pregunta en este caso a mi juicio no debe ser tanto si la parte de la formación moral que corresponde al Estado es conforme a las posiciones religiosas o morales de los padres o tutores, sino si la formación moral que corresponde a padres y tutores es conforme a los objetivos de la educación entre los que se encuentra el respeto a los valores constitucionales". Palabras sólo aceptables en la Cuba de Fidel o en la Venezuela de Chávez.

El problema de los mecanismos de defensa, como el de la compensación, es que deforman la realidad. El sujeto no conoce la realidad tal cual es. Toda una tragedia para la persona y para quienes le rodean. Lo dicho, ¡al psicoanalista! Y así podría ver que delante de él sólo tiene a un buen número de padres que lo único que desean es que se respete su derecho a educar a sus hijos según sus convicciones morales.

Es la libertad de educar a nuestros hijos lo que está en peligro.

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