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Carlos Pérez Gimeno

La mala cara de Alfonso Díez

Desde que se ha convertido en duque consorte, a Alfonso Díez se le ha cambiado la cara. Las pocas veces que se le ha visto, ya que ha estado enclaustrado a consecuencia de la caída de su esposa, se le ve mucho más serio. No se sí será condición indispensable para ejercer su nuevo papel en la vida.

De repente es un hombre distante. Antes, cuando era soltero y le preguntaban a la entrada del ministerio, siempre con su periódico debajo del brazo, se le veía mucho más alegre. ¿No estará echando de menos a las funcionarias?

Todo lo contrario le ocurre a Doña Cayetana. Se le ve que está rechiflada, ya haciendo prácticamente su vida normal. Es impresionante que en tan solo tres semanas se haya recuperado de esa manera. A su edad, la verdad es que es envidiable su actitud y el espíritu tan jovial, ya se le podría pegar algo a su marido.

El caso es que ya se les ve meneando palmito por Sevilla, él como siempre muy cauto, midiendo mucho las palabras, como si tuviera miedo de meter la pata, debería relajarse, y disfrutar un poco más, mantener ese rictus debe ser agotador. Con la buena relación que mantienen entre ellos, y sobre todo sincera. Ni que la duquesa no supiera las andanzas de su marido, a las que no le da ni la más mínima importancia.

Estas navidades van a ser las primeras que celebren juntos, ya casados, y habrá que ver cuántos hijos acudirán para reunirse con su madre, En años anteriores, la cita siempre ha sido en Madrid, en el Palacio de Liria. Éste habrá que ver si Jacobo y su esposa, Inca Martí, aparecen después de mostrar su descontento con el reparto de bienes que hizo la duquesa y por las desafortunadas declaraciones que Cayetana hizo hablando de su nuera. Como es lógico, no les pudieron sentar peor, motivo por el cual fueron los grandes ausentes a la boda, junto con Eugenia, ésta por motivos de salud.

¿Asistirán algunos miembros de la familia de Alfonso? En poco tiempo lo sabremos todo.

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