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Carlos Pérez Gimeno

Rocío supo desaparecer

Desde la muerte de la más grande, la antaño conocida como Rociíto se alejó definitivamente de las portadas de prensa y sumarios de televisión. Nunca más se le ha vuelto a ver en Chipiona, ni siquiera en las misas de aniversario de la muerte de su madre.

¿Dónde está pasando las vacaciones Rocío Carrasco? ¿Cuál ha sido su última crisis matrimonial? ¿Quién ha asistido al último cumpleaños de sus hijos Ro y Da? Preguntas de difícil respuesta, que ponen de manifiesto la última verdad a la que en los últimos años está expuesta la que fuera uno de los personajes con más gancho del papel couché: ha decidido desaparecer del panorama de la crónica social.

Desde la muerte de la más grande, la antaño conocida como Rociíto se alejó definitivamente de las portadas de prensa y sumarios de televisión. Nunca más se le ha vuelto a ver en Chipiona, ni siquiera en las misas de aniversario de la muerte de su madre. En un claro ejemplo de que el que no quiere salir en la foto, no sale. Todo lo contrario de lo que hacen otros miembros de su familia, hoy convertidos en personajes televisivos, como su prima Chayo y su tía Rosa Benito, colaboradoras en programas de corazón.

Tampoco se le ha vuelto a ver cerca de algún miembro de la familia, ni siquiera a la sombra del último marido de su madre, el maestro Ortega Cano, también atraído por las lides mediáticas. Rocío, como digo, que se ha sabido ganar a pulso heredar el nombre de su madre y alejarse del diminutivo Rociíto, ha madurado. Se ha convertido en una mujer discreta, alejada de los focos y ocupada por entero a su familia más cercana.

Me vienen ahora a la memoria todos los ríos de tinta que corrieron al comienzo de su relación con Fidel Albiac, la cantidad de imágenes y comentarios que salieron a la luz para alimentar el inicio de una historia por la que nadie apostaba. Ganaba el morbo, olíamos de lejos una relación basada en el futuro fracaso y el interés. Cuantos dijeron que este muchacho venía a sustituir al propio hermano de la Jurado, Amador Mohedano, como representante artístico. Pues bien, el tiempo y Rocío, la hija, nos ha puesto a todos en nuestro sitio. Han ganado la batalla, han hecho por sí solos la vida que han querido hacer, han sabido perderse de un mundo que ya les hacía mucho daño, y les daba pocas recompensas.

Los que nos dedicamos a esto sabemos que sus declaraciones no tenían precio tras la muerte de su madre. Saber lo que ella conocía sobre los deseos de la artista, es lo que más interesaba a la prensa. Conocer el destino final de la herencia y su opinión al respecto, era uno de los mayores reclamos. Siempre declinó salir en ningún programa aunque se le llegaron a ofrecer cheques en blanco.

Rocío desapareció sin hacer ruido. La recordamos triste y dolida después del fallecimiento de quien la defendió siempre con uñas y dientes. Era la niña de sus ojos, y eso se demostró con el testamento de su madre. Rocío Carrasco al margen de todo y de todos. Esa debe ser su mayor recompensa y es, además, un claro ejemplo de que el que no quiera que le molesten, nunca va a ser molestado.

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