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Carlos Rodríguez Braun

Aído y lo intolerable, Millás y la salvación

Si las mujeres cobraran un 20% menos que los hombres por realizar el mismo trabajo, el paro femenino habría desaparecido, porque los empresarios, a quienes no cabe suponer socavando su propio interés, se habrían apresurado a contratar a todas las mujeres

Doña Bibiana Aído, ministra de Igualdad, proclama en Expansión: "Resulta intolerable que las mujeres cobren un 20 % menos que los hombres por realizar el mismo trabajo". El escritor Juan José Millás asegura en El País que Esperanza Aguirre privatiza "todo lo público" y que la "síntesis de la doctrina liberal es: ¡sálvese quien pueda!".

Los socialistas suelen presumir de defender la libertad, pero su teoría y su práctica indican que están dispuestos a recortar la libertad en aras de otros valores, como por ejemplo la igualdad socialista, es decir, la igualdad no ante la ley sino mediante la ley. Esta igualdad es hostil a la libertad, y cabe inscribirla junto a la igualdad de Procusto o la de quienes gobernaban la granja de Orwell.

La señora Aído legitima su proceder presentándolo como reparación de un agravio moral pero, en este caso como en tantos otros, la moralina socialista se basa en argumentos poco convincentes. Si las mujeres cobraran un 20% menos que los hombres por realizar el mismo trabajo, el paro femenino habría desaparecido, porque los empresarios, a quienes no cabe suponer socavando su propio interés, se habrían apresurado a contratar a todas las mujeres para incrementar sus beneficios, obteniendo la misma producción con un coste un 20 % menor, que es lo que el razonamiento de la señora ministra induce a concluir. Como esto no ha sucedido, como lo que sucede en realidad es que el paro femenino es superior al masculino, hay algo que no encaja en las teorías de doña Bibiana, quizá porque no están pensadas para explicar lo que sucede sino para justificar la coerción destinada a que quienes son "más iguales que otros" impongan sus progresistas nociones de igualdad a expensas de la libertad de todos.

Y a expensas de la realidad escribe Juan José Millás, porque es obvio que el Gobierno autonómico de Madrid no ha privatizado todo lo público, y desde luego no ha privatizado la sanidad, que sigue financiándose con lo contrario de la privatización, es decir, con impuestos. El mismo absurdo afecta a la consabida distorsión del liberalismo como una doctrina basada en la ignorancia del prójimo. Todos los textos de los autores liberales van en el sentido opuesto, porque defienden la centralidad de los contratos voluntarios, que son claramente contradictorios con el aislamiento individualista y antisocial del "sálvese quien pueda". La constatación reiterada de estas falsedades permite alumbrar la hipótesis de que, como es patente que no reflejan la realidad de las cosas, quizá lo hagan sobre la ideología o la dialéctica de quienes las propagan. En palabras de Groucho Marx: "Oiga, señora, ¿a quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?"

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