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El disparate mas patético que he escuchado durante estos convulsionados días en la Argentina es que los problemas que padece mi país natal se deben al “neoliberalismo”. Desde púlpitos, cátedras y tribunas sin fin se insiste en que el liberalismo ha desembocado en el empobrecimiento, el paro e incluso la violencia y los saqueos.

La Argentina dejo de ser un país liberal en 1930, cuando se produjo el primer golpe militar y se inicio una larguísima época de inestabilidad institucional, protección arancelaria a la industria nacional, castigos varios a la agricultura, intervencionismos de todo tipo y desequilibrios fiscales, que llevaron, sobre todo en las ultimas tres décadas, a catástrofes institucionales y económicas en tres campos: la violencia interna, la violencia exterior, y la violencia económica. Argentina se volvió un país muy inseguro, jurídica y hasta físicamente, desde los terroristas y la represión de las dictaduras, hasta la corrupción a todos los niveles. El país se separó de las comunidades civilizadas y terminó en 1982 declarándole la guerra a Inglaterra, nada menos. Y la violencia económica llego hasta la hiperinflación, un poderoso disolvente económico y social.

En este escenario, que tiene de todo menos de liberalismo, llegó Carlos Menem hace algo más de diez años. Decidió privatizar las empresas públicas, lo que estuvo bien y fue liberal;, pero también concedió monopolios y untó a diversas personalidades, lo que ni estuvo bien ni fue liberal. Decidió privatizar parcialmente las pensiones, lo que estuvo bien y fue liberal, pero después obligo a las AFJP a comprar deuda pública, lo que no estuvo bien ni fue liberal. Decidió abrir la economía y contener la inflación, lo que estuvo bien y fue liberal, pero no sólo no redujo el sector público, sino que lo hizo crecer de tal modo que se volvió incompatible tanto con la apertura de la economía como con el mantenimiento del tipo de cambio. Reemplazado Menem por de la Rúa, el nuevo presidente, cuyo extraño liberalismo termina encerrando a los depositantes en una cárcel bancaria, sigue con la misma contradictoria y, a la postre, suicida política.

Los que hablan de que la Argentina sufre lo que sufre por culpa del liberalismo deberían recordar que desde 1990 la economía argentina creció un 40 %, mientras que el gasto publico creció un 100 %: eso no es liberalismo ni es nada. Nada bueno, digo.

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