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No pasa mucho tiempo sin que ratifiquemos la percepción de Hayek cuando habló de “los socialistas de todos los partidos”. Willy Meyer, de Izquierda Unida, preguntó: “¿Dónde está escrito que no se pueda dar ayudas al sector naval, por ejemplo, aunque sea deficitario? ¿Es que acaso los ejércitos son rentables, y los financiamos sin problemas?”. Antes de precipitarnos a condenar en exclusiva a la izquierda ignara e irredenta, oigamos a don Aurelio Sánchez Ramos, diputado del PP por Cádiz, que criticó el posible cierre de los astilleros, y recordó que en los venturosos años del PP “Izar no perdió ni un solo puesto de trabajo”.
 
Dejemos de lado la habitual demagogia “pacifista” de Meyer –la izquierda se volvió pacifista sólo cuando comprobó que no podría ganar la Guerra Fría, y el comunismo ha probado ser genuinamente belicista e imperialista, como su primo hermano, el fascismo. Concentrémonos en la identidad del argumento planteado por Meyer y por Sánchez Ramos: es bueno “ayudar” a los astilleros o cualquier empresa o actividad no rentable. Lo trágicamente equivocado de su populismo intervencionista es, como diría Bastiat, la ignorancia de lo que no se ve. En efecto, ni el ilustre representante de IU ni su colega del PP pierden ni un segundo en ponderar las alternativas, es decir, el daño que las “ayudas” provocan en quienes se ven forzados a “ayudar”, los empleos destruidos o no creados en el resto de la economía, al verse los ciudadanos obligados a sostener artificialmente los puestos de trabajo no “perdidos” en Izar.
 

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