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Aquí hay gente que cree, como el subcomandante Marcos, que el liberalismo es en realidad fascismo, es decir, que recurre a consignas más o menos abstractas o utópicas y a cambio sacrifica derechos concretos de personas concretas; así como hicieron los fascistas con ideales como la patria, la religión o la raza, así lo harían los liberales con el libre mercado. Lo denunció esta semana la famosa escritora Viviane Forrester, autora del best-seller antiliberal El horror económico, al anunciar su nuevo bodrio: Una extraña dictadura.

Repiten los enemigos de la libertad una antigua patraña: no es tan grave que perdamos la libertad porque, después de todo, nunca la hemos tenido. Forrester asegura hay “un régimen político planetario que controla la economía”, una “dictadura sin dictador” que se mueve por la “neurosis del lucro”. Y la secundó la distinguida periodista Pepa Roma, al afirmar que “sin duda” vivimos bajo la dictadura del mercado.

Yo me pregunto, si estas señoras denuncian la dictadura del mercado cuando en Europa la coacción política obliga a los ciudadanos a entregar a las autoridades el 50 % de su renta todos los años: ¿qué será para tan ilustres pensadoras la libertad?

Tendremos, temo, más oportunidades en el futuro para criticar esta curiosa prestidigitación que hace pasar al liberalismo -¡y no al socialismo!- por fascismo. De momento, consignemos otra valiente declaración de esta semana, la de José Saramago, que abominó de la “antihumana lógica capitalista que convierte a las personas en material de desecho”.

Hablando de lógica, lógicamente Saramago jamás se preocupó de cómo es la humana lógica socialista, de cómo tratan a las personas allí donde las dictaduras tienen dictadores, donde nadie padece la neurosis del lucro, y se coronan los ideales de Marcos, Saramago, Forrester, Roma y compañía, porque no hay liberalismo, ni capitalismo, ni propiedad privada, ni mercado.

En Libre Mercado

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