La actriz Belinda Washington declaró: "El dinero nos esclaviza. Hay que volver al trueque. Y la austeridad: volver a lo simple."
Desde el auri sacra fames de Virgilio, el rechazo al dinero como algo intrínsecamente perverso no ha amainado. Es un error, porque el dinero no es malo de por sí, aunque algunos seres humanos pueden no tener escrúpulos a la hora de intentar obtenerlo, y hay que condenarlos –a ellos, no al dinero–. Así como las personas en su mayoría cumplen las reglas y las normas, y al hacerlo generan riqueza y prosperidad, el dinero es una herramienta extraordinariamente útil para conseguir dicho bienestar. Doña Belinda, en lugar de repetir tópicos, podría detenerse a pensar en lo que pasaría si desapareciera el dinero y nos viésemos en efecto forzados a volver al trueque. Y lo que pasaría es que la aplastante mayoría de la población mundial moriría de hambre y sed: no tendríamos tiempo de ajustarnos a un mundo en donde la especialización y los intercambios fuesen brutalmente reducidos y donde debiésemos volvernos autosuficientes a gran velocidad. La austeridad ansiada por doña Belinda se conseguiría, realmente, simplemente, letalmente.
No hay que ser, empero, demasiado riguroso con actores y actrices que desbarran porque su misión en la vida no es pensar. Mucho más grave, en cambio, es que las más grandes inteligencias de todos los tiempos, genios insignes como Aristóteles o Einstein, también se pusieron estupendos y despotricaron tontamente contra el dinero, el comercio y el intercambio.