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Declaró el famoso cantante Miguel Ríos a Cambio 16: “nosotros no pagamos impuestos para mantener armamentos y guerras terribles”. Sus planteamientos acerca de la acción antiterrorista son cuestionables, porque habla de “guerra estúpida carente de todo sentido”, cuando más bien parece ser lo contrario; pero quiero detenerme sólo en su noción de los impuestos, porque se acerca la Navidad y hay que ser optimista (sobre todo yo, que estoy pasando unos días en la Argentina…), y para que no se diga que no brotan flores en estepas desoladas, y que nada cabe rescatar de las víctimas de esta columna.

El esquema de quien protesta “nosotros no pagamos impuestos para equis”, siendo equis algo que supone o sabe que un colectivo rechaza, es nítidamente liberal. Ya en los principios del liberalismo aparece la idea de que el Estado no puede cobrar impuestos para lo que él quiera, sino que los derechos de los ciudadanos frenan sus exacciones. Cuatrocientos años antes de Miguel Ríos –qué le va usted a hacer, don Miguel, todos vamos a hombros de gigantes- el padre Mariana protestó por el envilecimiento de la moneda de vellón al concebirlo, correctamente, como un impuesto cargado subrepticiamente al pueblo. Casi dos siglos más tarde los norteamericanos se independizaron porque no admitían impuestos sobre los que su población no podía argumentar –no taxation without representation.

Toda la tradición liberal razona igual que Miguel Ríos: “nosotros no pagamos impuestos para equis”. Ahora bien, como no somos anarquistas, como el Estado debe existir, y hay que financiarlo, la cuestión es ¿cómo definir equis? La respuesta liberal gira en torno a esto: cuanto más estricta sea la definición de equis, más contenido resultará el poder político y mejor protegidos los derechos humanos, y eso depende crucialmente de dos cosas: el consenso y la libertad. Cuanto mayor sea el consenso imprescindible menos equis habrá, y cuanto más sea la libertad respetada menos posibilidades habrá de imponer equis a quien no la desea.

El argumento implícito de Ríos es potente porque su lógica vale para muchas equis (aunque, mire usted por dónde, acaso no para la suya), y no es fundamentalmente democrática sino liberal; si el Parlamento votara por mayoría a favor de esta equis en concreto, Ríos seguiría diciendo, con acierto: “nosotros no pagamos impuestos para equis”. Ríos está defendiendo el valor básico del liberalismo, los derechos de las minorías y, siguiendo un poquito más allá, de cada persona.

Dicen que los viejos rockeros nunca mueren, lo que es estupendo. Tampoco piensan, pero se quedan muy cerca, lo que también es estupendo.

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