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Carlos Rodríguez Braun

Filántropos y terroristas

Malmonson no detecta ninguna diferencia entre el empeño de las personas y el empeño del Estado, cuando es evidente que todo lo que el Estado hace es porque antes les ha quitado el dinero a las personas. Este aspecto es crucial, pero no parece contar.

La famosa cantante colombiana Shakira ha desarrollado una gran labor solidaria mediante la Fundación Pies Descalzos, que ha promovido con el objetivo de cuidar a los niños. Pero ahora, según escribió Scott Malmonson en Yo Dona, se ha unido con otros artistas que "tienen un objetivo político que va más allá del alcance de la beneficencia privada: exige el empeño constante del Estado".

Es interesante que Malmonson no detecte ninguna diferencia entre el empeño de las personas y el empeño del Estado, cuando es evidente que todo lo que el Estado hace es porque antes les ha quitado el dinero a las personas. Este aspecto es política y éticamente crucial, pero parece no contar. De ahí que grandes artistas, como Bono o Shakira, consideren natural el pasar de la solidaridad libre, que es la única digna de tal nombre, a la falsa solidaridad fundada en la coacción, que es la política.

Lo lamentable es la generalización de este equívoco, como se ve en las apreciaciones de Scott Malmonson, entusiasmado con la iniciativa de Shakira, frente a la cual sólo se le ocurre preguntar: "¿Podrán los filántropos más ricos de América Latina lograr que se reduzca la desigualdad, cuando generaciones de líderes fuertes, tecnócratas, guerrillas y reformadores han fracasado en el empeño?". Este es un notable ejemplo de pensamiento único. Malmonson llega a identificar a las personas solidarias con las guerrillas. A ver, don Scott, miles de personas fueron asesinadas por los terroristas en América Latina, de México a la Argentina. ¿Qué mérito les adjudica usted? ¿De verdad están las FARC o estaban los Montoneros o los Tupamaros empeñados en reducir la desigualdad?

Es fácil criticar a los artistas, cuya labor no es la reflexión sistemática, pero se supone que quien escribe en los periódicos debería ejercitar esta labor, o al menos no insultar la inteligencia de los lectores.

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